Torear la Goyesca de Ronda no es pisar cualquier arena, pero la actitud que demostró la Presidencia con Perera tan sólo puede calificarse de una manera: incomprensible. El matador se enfrentó a un quinto al que exprimió al máximo, muy cerca, sin miedo a los pitones y sereno. El primer espadazo supuso la ovación del público, especialmente, de los tendidos de sol, pero la Presidencia, tras un aviso al torero, se la negó.

Ya tenía el torero extremeño una oreja como trofeo a su magnífico hacer en el segundo de la tarde; pero los grandes toreros siempre tienen sed de dar lo máximo de sí mismos. Por eso chocó tanto que la magnífica lidia que hizo del quinto de Luis Algarra no se viese recompensada. El público, ante la actitud del presidente, no dudó en montar bronca. Y es que el presidente estaba dando la nota. Finalmente, Perera dio dos vueltas al ruedo y pidió el sobrero de regalo.

Se repitió al palco la bronca desde los tendidos y en la arena, que volvió a llenarse de botellas. Tan fue así, que hubo que volver a acondicionar el albero antes de continuar con el festejo. Hubo, finalmente, un séptimo que regaló Perera y que finalizó por bernardinas. Dos orejas más y salida a hombros por la Puerta Grande.

Torear la Goyesca de Ronda no es pisar cualquier arena, pero la actitud que demostró la Presidencia con Perera tan sólo puede calificarse de una manera: incomprensible. El matador se enfrentó a un quinto al que exprimió al máximo, muy cerca, sin miedo a los pitones y sereno. El primer espadazo supuso la ovación del público, especialmente, de los tendidos de sol, pero la Presidencia, tras un aviso al torero, se la negó.

Ya tenía el torero extremeño una oreja como trofeo a su magnífico hacer en el segundo de la tarde; pero los grandes toreros siempre tienen sed de dar lo máximo de sí mismos. Por eso chocó tanto que la magnífica lidia que hizo del quinto de Luis Algarra no se viese recompensada. El público, ante la actitud del presidente, no dudó en montar bronca. Y es que el presidente estaba dando la nota. Finalmente, Perera dio dos vueltas al ruedo y pidió el sobrero de regalo.

Se repitió al palco la bronca desde los tendidos y en la arena, que volvió a llenarse de botellas. Tan fue así, que hubo que volver a acondicionar el albero antes de continuar con el festejo. Hubo, finalmente, un séptimo que regaló Perera y que finalizó por bernardinas. Dos orejas más y salida a hombros por la Puerta Grande.