Ni un segundo hubo de transición en el proceso de construcción de la gran obra de Perera. Toreó despacio, relajado, variado y sorprendente con el capote. Y entusiasmó al siempre entendido público francés con una faena de muleta absolutamente plena y a más en calidad. Y eso que hubo de sobreponerse a una tremenda voltereta fruto de cómo lo arrolló el novillo por la espalda en el inicio de rodillas. No obedeció el utrero el toque del torero y se lo llevó por delante con un fuerte golpe, del que no pareció resentirse en ningún momento. Porque fue incorporarse, arreado pero no acelerado, para hundirse en su cintura y torear por los dos pitones con una naturalidad, lentitud y, por momentos, abandono que no tardó en encender al tendido. Fluía el toreo en manos de Miguel Ángel Perera. Suave, sedoso, a tiempo, acompasado, profundo, grácil, natural. Y fue atreviéndose cada vez a más hasta componer una faena cargada de chispazos de improvisación, fantasía e imaginación. De ésas que se conciben en el campo soñando el torero con llegar a hacerlo alguna vez en una plaza. Hoy fue el día. Jugó Perera a torear siendo jugar un sinónimo de disfrutar como un niño. Aprovechó sin mácula alguna la franqueza y nobleza del novillo al que le hizo de todo en una espiral del toreo sin final. Cada tanda, tan diferente una de la anterior, echaba gasolina al fuego de la emoción de los aficionados de Béziers, ya en pie, celebrando el faenón de Miguel Ángel, su exhibición, su derroche de felicidad.
El clamor de la gente fue grande y el palco decidió el indulto del novillo, tercero en la historia de esta plaza y segundo en manos de Perera. No pudo tener la tarde del adiós de Robert Margé de la gestión del coso de Béziers un mejor epílogo. Con él compartió el torero la vuelta al ruedo, compartiendo ambos la felicidad. Robert, por la trayectoria consumada. Miguel Ángel, por haber encontrado esa cima de íntima satisfacción a la que aspira y que busca un torero. Perera completó su participación en el festival banderilleando -tan inusual en él- al sobrero de regalo que lidiaron entre todos los integrantes del cartel. Un bello colofón a una tarde de ensueño.
Ni un segundo hubo de transición en el proceso de construcción de la gran obra de Perera. Toreó despacio, relajado, variado y sorprendente con el capote. Y entusiasmó al siempre entendido público francés con una faena de muleta absolutamente plena y a más en calidad. Y eso que hubo de sobreponerse a una tremenda voltereta fruto de cómo lo arrolló el novillo por la espalda en el inicio de rodillas. No obedeció el utrero el toque del torero y se lo llevó por delante con un fuerte golpe, del que no pareció resentirse en ningún momento. Porque fue incorporarse, arreado pero no acelerado, para hundirse en su cintura y torear por los dos pitones con una naturalidad, lentitud y, por momentos, abandono que no tardó en encender al tendido. Fluía el toreo en manos de Miguel Ángel Perera. Suave, sedoso, a tiempo, acompasado, profundo, grácil, natural. Y fue atreviéndose cada vez a más hasta componer una faena cargada de chispazos de improvisación, fantasía e imaginación. De ésas que se conciben en el campo soñando el torero con llegar a hacerlo alguna vez en una plaza. Hoy fue el día. Jugó Perera a torear siendo jugar un sinónimo de disfrutar como un niño. Aprovechó sin mácula alguna la franqueza y nobleza del novillo al que le hizo de todo en una espiral del toreo sin final. Cada tanda, tan diferente una de la anterior, echaba gasolina al fuego de la emoción de los aficionados de Béziers, ya en pie, celebrando el faenón de Miguel Ángel, su exhibición, su derroche de felicidad.
El clamor de la gente fue grande y el palco decidió el indulto del novillo, tercero en la historia de esta plaza y segundo en manos de Perera. No pudo tener la tarde del adiós de Robert Margé de la gestión del coso de Béziers un mejor epílogo. Con él compartió el torero la vuelta al ruedo, compartiendo ambos la felicidad. Robert, por la trayectoria consumada. Miguel Ángel, por haber encontrado esa cima de íntima satisfacción a la que aspira y que busca un torero. Perera completó su participación en el festival banderilleando -tan inusual en él- al sobrero de regalo que lidiaron entre todos los integrantes del cartel. Un bello colofón a una tarde de ensueño.