Homenaje por quince años de alternativa

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Fue su día y en su sitio. Con su gente. Miguel Ángel Perera en su hábitat natural. Rodeado de su familia, de sus amigos, de los aficionados que le acompañan desde los primeros pasos por la profesión más difícil y más hermosa del mundo, de la gente sencilla de su tierra que tantas veces lo ha arropado. En su ambiente. En las cercanías de las cosas que son de verdad. En Villafranca, donde todo empezó. Junto a Balta, el culpable de casi todo. Se han cumplido quince años desde aquel día de San Juan de 2004 en Badajoz, el día en que, vestido de blanco y oro, se invistió del doctorado en matador de toros. Solo cinco años después de aquella primera vez en público en Baños de Montemayor. Quince años de camino recto, siguiendo invariable la senda de los valores y de las convicciones más personales. Con un respeto litúrgico a su profesión. Con un respeto hondo e innegociable a sí mismo. Quince años de Perera…

 

Todo ello retratado y revivido en una jornada inolvidable, que Miguel Ángel disfrutó con la lágrima difícilmente sostenida al fondo de la felicidad que derrama su mirada. Con Carmen, su hija, en sus brazos, mirando con su padre las fotos, los vestidos, los trofeos, las cabezas de los toros importantes, tanto como ya empieza a admirar. Enseres que son pedazos de una vida entera, de toda la vida que cabe en veinte años. Hermosa la exposición que acerca al Perera más auténtico. Fue el preámbulo tras la bienvenida institucional por parte de la Peña Taurina El Albero -la anfitriona del acto- y del Ayuntamiento de Villafranca de los Barros, donde Miguel Ángel se hizo hombre y torero en el Colegio San José de los Hermanos Jesuitas. Su casa antes y aún ahora. Luego fue el recorrido por estos años de la mano de su apoderado durante doce de ellos y amigo para siempre ya, Fernando Cepeda, el escultor que tantos perfiles ha ido moldeando del diamante en bruto que llegó a sus manos. También de Ángel Calamardo, periodista y buen amigo de igual forma, con esa amistad que se cultiva desde la admiración y desde el respeto, el conocimiento profundo de lo que Perera es y ha sido, la ponderación del torero en medio de un tiempo de tanto buen torero y de tanto buen toreo. La charla que discurrió amena y sincera bajo la batuta de Juan Carlos Gil, periodista, profesor y torero de Villanueva de la Serena, extremeño como él, capaz de extraer del fondo del torero ese fondo tan hondo y tan puro que atesora.

 

Y al final, otra vez la fusión con la gente imprescindible. Con los pereristas de siempre. Con los socios de las peñas que llevan su nombre y que vinieron de Gijón, de Calera y Chozas (Toledo) y de su pueblo, Puebla del Prior. Con todos ellos, unos doscientos invitados, compartió Miguel Ángel un almuerzo entrañable, en el que no paró de recibir continuas muestras de cariño, de respeto, de admiración. El sueño de cualquier torero, lo que no reemplaza ningún bien material. Saberte profeta en tu tierra y que pase el tiempo, mirar alrededor y ver que siguen ahí los que estuvieron cuando todo empezaba. Orgullosos de ser pererista. Y Perera, feliz de ser de ellos. 

 

 

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Fotos JUAN LUIS PERERA

Homenaje por quince años de alternativa

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Fue su día y en su sitio. Con su gente. Miguel Ángel Perera en su hábitat natural. Rodeado de su familia, de sus amigos, de los aficionados que le acompañan desde los primeros pasos por la profesión más difícil y más hermosa del mundo, de la gente sencilla de su tierra que tantas veces lo ha arropado. En su ambiente. En las cercanías de las cosas que son de verdad. En Villafranca, donde todo empezó. Junto a Balta, el culpable de casi todo. Se han cumplido quince años desde aquel día de San Juan de 2004 en Badajoz, el día en que, vestido de blanco y oro, se invistió del doctorado en matador de toros. Solo cinco años después de aquella primera vez en público en Baños de Montemayor. Quince años de camino recto, siguiendo invariable la senda de los valores y de las convicciones más personales. Con un respeto litúrgico a su profesión. Con un respeto hondo e innegociable a sí mismo. Quince años de Perera…

 

Todo ello retratado y revivido en una jornada inolvidable, que Miguel Ángel disfrutó con la lágrima difícilmente sostenida al fondo de la felicidad que derrama su mirada. Con Carmen, su hija, en sus brazos, mirando con su padre las fotos, los vestidos, los trofeos, las cabezas de los toros importantes, tanto como ya empieza a admirar. Enseres que son pedazos de una vida entera, de toda la vida que cabe en veinte años. Hermosa la exposición que acerca al Perera más auténtico. Fue el preámbulo tras la bienvenida institucional por parte de la Peña Taurina El Albero -la anfitriona del acto- y del Ayuntamiento de Villafranca de los Barros, donde Miguel Ángel se hizo hombre y torero en el Colegio San José de los Hermanos Jesuitas. Su casa antes y aún ahora. Luego fue el recorrido por estos años de la mano de su apoderado durante doce de ellos y amigo para siempre ya, Fernando Cepeda, el escultor que tantos perfiles ha ido moldeando del diamante en bruto que llegó a sus manos. También de Ángel Calamardo, periodista y buen amigo de igual forma, con esa amistad que se cultiva desde la admiración y desde el respeto, el conocimiento profundo de lo que Perera es y ha sido, la ponderación del torero en medio de un tiempo de tanto buen torero y de tanto buen toreo. La charla que discurrió amena y sincera bajo la batuta de Juan Carlos Gil, periodista, profesor y torero de Villanueva de la Serena, extremeño como él, capaz de extraer del fondo del torero ese fondo tan hondo y tan puro que atesora.

 

Y al final, otra vez la fusión con la gente imprescindible. Con los pereristas de siempre. Con los socios de las peñas que llevan su nombre y que vinieron de Gijón, de Calera y Chozas (Toledo) y de su pueblo, Puebla del Prior. Con todos ellos, unos doscientos invitados, compartió Miguel Ángel un almuerzo entrañable, en el que no paró de recibir continuas muestras de cariño, de respeto, de admiración. El sueño de cualquier torero, lo que no reemplaza ningún bien material. Saberte profeta en tu tierra y que pase el tiempo, mirar alrededor y ver que siguen ahí los que estuvieron cuando todo empezaba. Orgullosos de ser pererista. Y Perera, feliz de ser de ellos. 

 

 

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Fotos JUAN LUIS PERERA

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