Gracias, Esperanza

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Hay cruces de caminos que se convierten en confluencias que ya duran para siempre. La lesión de José María Manzanares abrió a Miguel Ángel Perera las puertas del pasado festival del 12 de octubre en la Real Maestranza de Sevilla. Y el extremeño disfrutó como pocas veces ha podido hacerlo de una plaza que, también, gozó con el torero como pocas veces había podido hacerlo hasta ahora.

 

Y, al tiempo, Perera colaboró con la impagable labor social que realizan las hermandades del Baratillo y de la Esperanza de Triana, dos de las grandes cofradías de la Semana Santa hispalense. Doble lujo, pues: estar y aportar su granito de arena para una montaña que es tan grande. Pero este cruce de caminos no terminó ahí, le quedaba un capítulo más. Y es que Miguel Ángel, tan pronto salió de la Maestranza, emprendió viaje a Zaragoza, donde le esperaba su último compromiso de la temporada. Un esfuerzo que las dos hermandades agradecieron especialmente.

 

20191022 panueloY aún más, en la capital mañana aguardaba a Perera –como a todos los que estuvieron allí- una tarde durísima, sobre todo, por la imponente cogida al banderillero Mariano de la Viña, en la que también Miguel Ángel resultó herido al ser prendido por el sexto toro de la tarde, el último de su campaña de 2019. Tan pronto fue conocido el percance del torero, ambas cofradías publicaron mensajes de apoyo en sus redes sociales, gestos que, una vez más, les distinguen. Pero no ha sido el último vínculo en atarle, en este caso, a la Hermandad de la Esperanza de Triana, cuyo hermano mayor ha hecho llegar de forma privada a Miguel Ángel Perera un pañuelo de los que la Virgen porta en sus manos con un doble mensaje: de gratitud y de deseo de protección ante la dureza de su profesión. Un detallazo que ha emocionado al torero de Badajoz y que define por sí solo cómo es la gente que da vida y sentido a las hermandades sevillanas. Ese pañuelo, tremendo privilegio, ya forma parte del esportón personal de Miguel Ángel. Del que portará, no solo cada tarde de toros, sino, sobre todo, en cada paso de su vida. Porque en ambos, en el toro y en la vida, la Esperanza es imprescindible.

Gracias, Esperanza

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Hay cruces de caminos que se convierten en confluencias que ya duran para siempre. La lesión de José María Manzanares abrió a Miguel Ángel Perera las puertas del pasado festival del 12 de octubre en la Real Maestranza de Sevilla. Y el extremeño disfrutó como pocas veces ha podido hacerlo de una plaza que, también, gozó con el torero como pocas veces había podido hacerlo hasta ahora.

 

Y, al tiempo, Perera colaboró con la impagable labor social que realizan las hermandades del Baratillo y de la Esperanza de Triana, dos de las grandes cofradías de la Semana Santa hispalense. Doble lujo, pues: estar y aportar su granito de arena para una montaña que es tan grande. Pero este cruce de caminos no terminó ahí, le quedaba un capítulo más. Y es que Miguel Ángel, tan pronto salió de la Maestranza, emprendió viaje a Zaragoza, donde le esperaba su último compromiso de la temporada. Un esfuerzo que las dos hermandades agradecieron especialmente.

 

20191022 panueloY aún más, en la capital mañana aguardaba a Perera –como a todos los que estuvieron allí- una tarde durísima, sobre todo, por la imponente cogida al banderillero Mariano de la Viña, en la que también Miguel Ángel resultó herido al ser prendido por el sexto toro de la tarde, el último de su campaña de 2019. Tan pronto fue conocido el percance del torero, ambas cofradías publicaron mensajes de apoyo en sus redes sociales, gestos que, una vez más, les distinguen. Pero no ha sido el último vínculo en atarle, en este caso, a la Hermandad de la Esperanza de Triana, cuyo hermano mayor ha hecho llegar de forma privada a Miguel Ángel Perera un pañuelo de los que la Virgen porta en sus manos con un doble mensaje: de gratitud y de deseo de protección ante la dureza de su profesión. Un detallazo que ha emocionado al torero de Badajoz y que define por sí solo cómo es la gente que da vida y sentido a las hermandades sevillanas. Ese pañuelo, tremendo privilegio, ya forma parte del esportón personal de Miguel Ángel. Del que portará, no solo cada tarde de toros, sino, sobre todo, en cada paso de su vida. Porque en ambos, en el toro y en la vida, la Esperanza es imprescindible.

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