Olivenza abrió el telón de una temporada distinta y especial desde su misma génesis. Y ahora, Castellón encarna su arranque definitivo. El comienzo de otro año con todo por ganar. Forma parte del guión de la vida de Miguel Ángel. Un guión asumido y convertido con valentía y dignidad en argumento sobre el que ir levantando un camino que no se desvía nunca de su sentido de entre los mejores. 2019 no es una temporada cualquiera para él. Ya no estará donde siempre (aunque seguirá estando como siempre) la mirada, discreta y torera, que todo lo decía de Fernando Cepeda. En su lugar, están hoy el entusiasmo y la ilusión de Santi y la templada serenidad de Pedro, las nuevas manos derechas del torero y del hombre porque en Perera, ambos viven más inseparables que en ninguna otra personalidad.
Y lleva tiempo forjando el torero esa búsqueda de mejor en la dimensión de su concepto. El invierno, que empezó en otoño y termina en primavera, ha sido largo, más de lo habitual. Largo y tranquilo. Y callado. Discreto, como a él le gusta. Recogido en lo que le llena: su casa, su familia, su gente, el campo, Los Cansaos, sus caballos, su paz. Su reino. Su alfa y su omega. El yunque donde Perera va forjando, serenamente, lo mejor que aún le queda por sacar de sí mismo. Lo prueba el campo y la tienta, las becerras y los toros que ya pasaron por el fielato de su capote y de su muleta como banco de pruebas donde sigue investigando cómo ser mejor. En Alcurrucén, en lo de Adolfo, en Fuente Ymbro, en Campos Peña..., en tantas casas ganaderas donde Miguel Ángel despliega esa vuelta de tuerca que va esculpiendo su fondo y sus formas para afianzarlos en los pilares de lo auténtico y revestirlos de la sencilla estética natural que emana de quien, teniéndolo todo que ganar, ya ganó lo que hoy es.
Veinte años de torero y quince de doctorado le alumbran en este 2019 que no será un año más. Sí diferente por tantas cosas. Otra etapa del camino que sigue el sentido irrenunciable de estar entre los mejores. Arranca definitivamente en Castellón después de que Olivenza levantara el telón tras el que Miguel Ángel Perera ultima la forja sereno de lo mejor. De cuanto está por venir...
Olivenza abrió el telón de una temporada distinta y especial desde su misma génesis. Y ahora, Castellón encarna su arranque definitivo. El comienzo de otro año con todo por ganar. Forma parte del guión de la vida de Miguel Ángel. Un guión asumido y convertido con valentía y dignidad en argumento sobre el que ir levantando un camino que no se desvía nunca de su sentido de entre los mejores. 2019 no es una temporada cualquiera para él. Ya no estará donde siempre (aunque seguirá estando como siempre) la mirada, discreta y torera, que todo lo decía de Fernando Cepeda. En su lugar, están hoy el entusiasmo y la ilusión de Santi y la templada serenidad de Pedro, las nuevas manos derechas del torero y del hombre porque en Perera, ambos viven más inseparables que en ninguna otra personalidad.
Y lleva tiempo forjando el torero esa búsqueda de mejor en la dimensión de su concepto. El invierno, que empezó en otoño y termina en primavera, ha sido largo, más de lo habitual. Largo y tranquilo. Y callado. Discreto, como a él le gusta. Recogido en lo que le llena: su casa, su familia, su gente, el campo, Los Cansaos, sus caballos, su paz. Su reino. Su alfa y su omega. El yunque donde Perera va forjando, serenamente, lo mejor que aún le queda por sacar de sí mismo. Lo prueba el campo y la tienta, las becerras y los toros que ya pasaron por el fielato de su capote y de su muleta como banco de pruebas donde sigue investigando cómo ser mejor. En Alcurrucén, en lo de Adolfo, en Fuente Ymbro, en Campos Peña..., en tantas casas ganaderas donde Miguel Ángel despliega esa vuelta de tuerca que va esculpiendo su fondo y sus formas para afianzarlos en los pilares de lo auténtico y revestirlos de la sencilla estética natural que emana de quien, teniéndolo todo que ganar, ya ganó lo que hoy es.
Veinte años de torero y quince de doctorado le alumbran en este 2019 que no será un año más. Sí diferente por tantas cosas. Otra etapa del camino que sigue el sentido irrenunciable de estar entre los mejores. Arranca definitivamente en Castellón después de que Olivenza levantara el telón tras el que Miguel Ángel Perera ultima la forja sereno de lo mejor. De cuanto está por venir...