Entre toreros: de Miguel Ángel a Marco

20180817 marcoNada hay más reverencial, más especial, más íntimamente sincero que la admiración entre toreros. El respeto mutuo. Incluso, el cariño. Que un torero hable de otro torero y, al hacerlo, se le ilumine la expresión de la mirada. A Miguel Ángel Perera le pasa porque en él nada es adorno ni artificio. Dice lo que piensa porque así lo siente. Y a Miguel Ángel hay un torero que le transmite cosas muy especiales. Se trata de Marco. Marco Pérez, el niño de Salamanca que sueña con ser torero.

 

Y que ya lo es. Marco ya es torero. Mucho más torero de lo que le corresponde ser a un niño de su edad. Porque Marco encarna uno de esos casos únicos que el tiempo regala muy de vez en cuando. ¿Pudo ser Julián el último hasta ahora? Pudo serlo. ¿Y cuánto hace de aquello, 25 años? Más o menos, eso hace. Pues bien, el tiempo quiere ahora regalarnos a otro niño con un pedazo de torero dentro en el prodigio que es Marco. Las imágenes de su desparpajo natural, de su capacidad innata, de su torería nada impostada, de la impresión de felicidad y de sorpresa que causa en quienes le ven ya han dado la vuelta a muchos sitios. Alucinante. Deslumbrante. Revelador. Hermoso. 

 

Pero, con todo, lo que más impresiona a Perera de Marco es que es un niño como corresponde a su edad. Un niño que gusta de jugar con niños (como con su hija Carmen), que habla de lo que hablan los niños entre niños, que hace lo que hacen los niños de su edad, que es, como todos los niños, introvertido y extrovertido a un tiempo, inocente, transparente y muy puro. Un niño que, cuando se viste de corto para torear -ya sea en el campo o en la plaza- se embute también la piel de torero con todo lo que ello representa. Y expresa seriedad para dejar salir el prodigio que lleva dentro. Y no juega, sino que torea. Y la sorpresa que deja no es la de la gracia, sino la de, otra vez, la seriedad por saberse quien le ve ante un caso único de ésos que el tiempo regala muy de vez en cuando.

 

Marco está mucho en Los Cansaos. Miguel Ángel le invita a menudo para que toree como torero y para que juegue como niño con su hija. Y Marco se ha ganado el afecto profundo y sincero de Miguel Ángel y de su familia por su forma de ser. Tan educado, tan niño. Le llevó como espejo para más niños el día de la visita de escolares de Badajoz a su casa para conocer cómo es el toro en el campo y cómo es el entorno de un torero. Y le mostró ante ellos como un pequeño gran héroe. Y los escolares, de la misma edad que Marco, vieron que un niño como ellos toreaba y ellos, como él, se pusieron a torear también. Y jugaron al toro. Sí, jugaron, pero al toro. Es el milagro y el mejor efecto, el mejor beneficio que Marco Pérez le deja ya a la profesión con la que sueña para su vida: ser motivador hacia la Tauromaquia para muchos niños más como él. Sin pretenderlo, simplemente, dejando salir de él lo que dentro lleva.

 

Marco estuvo cerca de Miguel Ángel Perera el día inolvidable de Algeciras. Y también ayer en Guijuelo, aprovechando que toreaba cerca de casa. Y Perera tuvo el gesto hermoso, espontáneo y sincero de brindarle su primer toro. Sacándolo al ruedo. Y se arrodilló para ponerse a su altura. Pero no sólo para eso, sino también para, públicamente, expresarle su admiración y su cariño. De un torero a un niño. De un torero a otro torero. Lo que le dijo, es patrimonio sólo de ellos, pero la mirada especial que ambos se cruzaron entretanto dice mucho. Imagínenselo... Y el abrazo... Un abrazo entre toreros. Ceremonioso, ritual, pero natural también. Impreso de la liturgia natural del toreo. Nada de poses. Puro caudal de admiración y de respeto. Un momento cargado de tantos, de todos los valores de la Tauromaquia. Ésa que ya mira a Marco Pérez igual de ilusionada que Miguel Ángel Perera por cuanto representa de vigencia y de futuro. Y así se lo expresó, a su altura, en un brindis en Guijuelo entre toreros.

Entre toreros: de Miguel Ángel a Marco

20180817 marcoNada hay más reverencial, más especial, más íntimamente sincero que la admiración entre toreros. El respeto mutuo. Incluso, el cariño. Que un torero hable de otro torero y, al hacerlo, se le ilumine la expresión de la mirada. A Miguel Ángel Perera le pasa porque en él nada es adorno ni artificio. Dice lo que piensa porque así lo siente. Y a Miguel Ángel hay un torero que le transmite cosas muy especiales. Se trata de Marco. Marco Pérez, el niño de Salamanca que sueña con ser torero.

 

Y que ya lo es. Marco ya es torero. Mucho más torero de lo que le corresponde ser a un niño de su edad. Porque Marco encarna uno de esos casos únicos que el tiempo regala muy de vez en cuando. ¿Pudo ser Julián el último hasta ahora? Pudo serlo. ¿Y cuánto hace de aquello, 25 años? Más o menos, eso hace. Pues bien, el tiempo quiere ahora regalarnos a otro niño con un pedazo de torero dentro en el prodigio que es Marco. Las imágenes de su desparpajo natural, de su capacidad innata, de su torería nada impostada, de la impresión de felicidad y de sorpresa que causa en quienes le ven ya han dado la vuelta a muchos sitios. Alucinante. Deslumbrante. Revelador. Hermoso. 

 

Pero, con todo, lo que más impresiona a Perera de Marco es que es un niño como corresponde a su edad. Un niño que gusta de jugar con niños (como con su hija Carmen), que habla de lo que hablan los niños entre niños, que hace lo que hacen los niños de su edad, que es, como todos los niños, introvertido y extrovertido a un tiempo, inocente, transparente y muy puro. Un niño que, cuando se viste de corto para torear -ya sea en el campo o en la plaza- se embute también la piel de torero con todo lo que ello representa. Y expresa seriedad para dejar salir el prodigio que lleva dentro. Y no juega, sino que torea. Y la sorpresa que deja no es la de la gracia, sino la de, otra vez, la seriedad por saberse quien le ve ante un caso único de ésos que el tiempo regala muy de vez en cuando.

 

Marco está mucho en Los Cansaos. Miguel Ángel le invita a menudo para que toree como torero y para que juegue como niño con su hija. Y Marco se ha ganado el afecto profundo y sincero de Miguel Ángel y de su familia por su forma de ser. Tan educado, tan niño. Le llevó como espejo para más niños el día de la visita de escolares de Badajoz a su casa para conocer cómo es el toro en el campo y cómo es el entorno de un torero. Y le mostró ante ellos como un pequeño gran héroe. Y los escolares, de la misma edad que Marco, vieron que un niño como ellos toreaba y ellos, como él, se pusieron a torear también. Y jugaron al toro. Sí, jugaron, pero al toro. Es el milagro y el mejor efecto, el mejor beneficio que Marco Pérez le deja ya a la profesión con la que sueña para su vida: ser motivador hacia la Tauromaquia para muchos niños más como él. Sin pretenderlo, simplemente, dejando salir de él lo que dentro lleva.

 

Marco estuvo cerca de Miguel Ángel Perera el día inolvidable de Algeciras. Y también ayer en Guijuelo, aprovechando que toreaba cerca de casa. Y Perera tuvo el gesto hermoso, espontáneo y sincero de brindarle su primer toro. Sacándolo al ruedo. Y se arrodilló para ponerse a su altura. Pero no sólo para eso, sino también para, públicamente, expresarle su admiración y su cariño. De un torero a un niño. De un torero a otro torero. Lo que le dijo, es patrimonio sólo de ellos, pero la mirada especial que ambos se cruzaron entretanto dice mucho. Imagínenselo... Y el abrazo... Un abrazo entre toreros. Ceremonioso, ritual, pero natural también. Impreso de la liturgia natural del toreo. Nada de poses. Puro caudal de admiración y de respeto. Un momento cargado de tantos, de todos los valores de la Tauromaquia. Ésa que ya mira a Marco Pérez igual de ilusionada que Miguel Ángel Perera por cuanto representa de vigencia y de futuro. Y así se lo expresó, a su altura, en un brindis en Guijuelo entre toreros.

Aviso Legal - Política de privacidad
Este sitio utiliza cookies propias y de terceros para optimizar tu navegación, adaptarse a tus preferencias y realizar labores analíticas. Aceptar Más información