Primero fue Olivenza, destino inicial de tantas cosas. Luego, Málaga, siempre Málaga, entre sus grandes objetivos. Y ahora Sevilla, la del reencuentro y la de la espera paciente porque el momento tenía que volver a llegar como merecía hacerlo. Entremedias, una recuperación larga, una preparación exigente y una mentalización férrea porque tocaba volver al sitio de siempre, a ése que sólo pisan unos pocos. Sevilla ya está aquí para Miguel Ángel y Perera ya está listo para Sevilla.
Ha sido el último un intenso mes de toreo en el campo. De mucho toreo, de mucho probarse y de mucho buscarse. Toreo sentido y reflexionado en esa búsqueda del todavía más que forma parte del leif motiv de los que nunca se conforman. Toreo ante la becerra y ante el toro. Sin importar si el escenario era la placita de tientas o la Maestranza misma que se hiciera presente en el pensamiento más íntimo del torero que se sabe de nuevo ante uno de esos retos por los que un hombre se hace torero. En lo de Juan Pedro, en lo de Puerto de San Lorenzo y en lo de Daniel Ruiz. En Sevilla, en Salamanca y en Albacete. Toreo y más toreo en busca del fondo físico que sólo afina la bravura, de ese soporte técnico que afianza la conversación continua entre lo racional y lo animal, de las sensaciones que hacen fuerte y sólido a todo lo demás.
Ha sido el último un mes de ese entrenamiento callado en el silencio del campo donde tantas respuestas se encuentran. De pisar ese terreno comprometido que ya se echaba de menos. De medir Miguel Ángel que Perera sigue donde siempre. Arropado, auspiciado, alentado, observado por los suyos, por su gente, por quienes siempre están más cerca. Por Fernando, mucho más que el apoderado. Por la cuadrilla, mucho más que la cuadrilla. Por todos quienes han asistido al paso a paso de este reencuentro del torero con su mundo y con su vida. Un mes que, si algo ha constatado, es que todo está donde siempre, en su sitio: como Miguel Ángel Perera y Sevilla.
Primero fue Olivenza, destino inicial de tantas cosas. Luego, Málaga, siempre Málaga, entre sus grandes objetivos. Y ahora Sevilla, la del reencuentro y la de la espera paciente porque el momento tenía que volver a llegar como merecía hacerlo. Entremedias, una recuperación larga, una preparación exigente y una mentalización férrea porque tocaba volver al sitio de siempre, a ése que sólo pisan unos pocos. Sevilla ya está aquí para Miguel Ángel y Perera ya está listo para Sevilla.
Ha sido el último un intenso mes de toreo en el campo. De mucho toreo, de mucho probarse y de mucho buscarse. Toreo sentido y reflexionado en esa búsqueda del todavía más que forma parte del leif motiv de los que nunca se conforman. Toreo ante la becerra y ante el toro. Sin importar si el escenario era la placita de tientas o la Maestranza misma que se hiciera presente en el pensamiento más íntimo del torero que se sabe de nuevo ante uno de esos retos por los que un hombre se hace torero. En lo de Juan Pedro, en lo de Puerto de San Lorenzo y en lo de Daniel Ruiz. En Sevilla, en Salamanca y en Albacete. Toreo y más toreo en busca del fondo físico que sólo afina la bravura, de ese soporte técnico que afianza la conversación continua entre lo racional y lo animal, de las sensaciones que hacen fuerte y sólido a todo lo demás.
Ha sido el último un mes de ese entrenamiento callado en el silencio del campo donde tantas respuestas se encuentran. De pisar ese terreno comprometido que ya se echaba de menos. De medir Miguel Ángel que Perera sigue donde siempre. Arropado, auspiciado, alentado, observado por los suyos, por su gente, por quienes siempre están más cerca. Por Fernando, mucho más que el apoderado. Por la cuadrilla, mucho más que la cuadrilla. Por todos quienes han asistido al paso a paso de este reencuentro del torero con su mundo y con su vida. Un mes que, si algo ha constatado, es que todo está donde siempre, en su sitio: como Miguel Ángel Perera y Sevilla.