20240601 granada002
1 de junio de 2024 
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de ÁLVARO NÚÑEZ
 
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
Juan Ortega
 
Por qué a Lorca le gustaban los toros...
 

Llegó Miguel Ángel Perera a Granada por la vía de la sustitución y se marchó a hombros por la Puerta Grande después de cuajar una tarde imponente e impecable por igual. Una tarde que constata un momento de plena lucidez, de hambre, de ganas, de capacidad y de magisterio. Todo eso que forja el paso de los años y tanto trabajo en ellos. Una tarde de lucidez completa ante un par de toros muy diferente: con calidad, pero justo de fondo el primero y rebrincado y áspero el segundo. A los dos le pudo Miguel Ángel con la misma solvencia. Al primero, en un ejercicio de temple entendido no sólo como ralentización del tiempo, sino como parte esencial del entramado técnico necesario para arrancarle hasta la última embestida a un toro que había que consentir sin forzarle para que sacara a flote su buena condición. Lo sobó Perera, lo recogió por delante y lo acarició hasta detrás en tres primeras tandas más ligadas de lo que nadie podía imaginar viendo el comportamiento del ejemplar de Álvaro Núñez en los dos primeros tercios. Lo lució con alegría y de lejos el torero en el arranque de la faena de rodillas en los medios y pasándoselo por la espalda. Una alegría que le duró esas tres primeras series citadas. A partir de la cuarta, ya protestó hasta que se tragó la última, por luquesinas, en un ejercicio de prestidigitación del diestro extremeño y de corolario de su dominio. Lo pinchó antes de la estocada final y cortó la primera oreja.

 

La segunda -que pudieron ser tres de haber atendido el palco la petición del público- se la arrancó literalmente al segundo, que fue un toro que ser guardó mucho dentro y que embistió a oleadas, pero nunca francas. Pero Miguel Ángel se puso a lo suyo, que es el mando, y le impuso su autoridad al astado a base de firmeza, de seguridad y de una muleta absolutamente convencida de sí misma. Podido, se terminó afligiendo el animal, al que aún tuvo tiempo el de Badajoz de componerle una rotunda serie en redonda, de inmensa ligazón y rotundidad, que fue la cima de su obra. La remató de estocada entera y abrió la Puerta Grande de Granada, a la que ya tenía ganas de volver Miguel Ángel Pererapara rememorar por qué a Lorca le gustaban los toros…

Plaza de Toros de GRANADA. Media entrada. Se lidian toros de ÁLVARO NÚÑEZ
 
Miguel Ángel Perera: oreja y oreja con petición de la segunda
Alejandro Talavante: ovación y oreja
Juan Ortega: oreja y oreja
 
 
 
 
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CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de ÁLVARO NÚÑEZ
 
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
Juan Ortega
 
Por qué a Lorca le gustaban los toros...
 

Llegó Miguel Ángel Perera a Granada por la vía de la sustitución y se marchó a hombros por la Puerta Grande después de cuajar una tarde imponente e impecable por igual. Una tarde que constata un momento de plena lucidez, de hambre, de ganas, de capacidad y de magisterio. Todo eso que forja el paso de los años y tanto trabajo en ellos. Una tarde de lucidez completa ante un par de toros muy diferente: con calidad, pero justo de fondo el primero y rebrincado y áspero el segundo. A los dos le pudo Miguel Ángel con la misma solvencia. Al primero, en un ejercicio de temple entendido no sólo como ralentización del tiempo, sino como parte esencial del entramado técnico necesario para arrancarle hasta la última embestida a un toro que había que consentir sin forzarle para que sacara a flote su buena condición. Lo sobó Perera, lo recogió por delante y lo acarició hasta detrás en tres primeras tandas más ligadas de lo que nadie podía imaginar viendo el comportamiento del ejemplar de Álvaro Núñez en los dos primeros tercios. Lo lució con alegría y de lejos el torero en el arranque de la faena de rodillas en los medios y pasándoselo por la espalda. Una alegría que le duró esas tres primeras series citadas. A partir de la cuarta, ya protestó hasta que se tragó la última, por luquesinas, en un ejercicio de prestidigitación del diestro extremeño y de corolario de su dominio. Lo pinchó antes de la estocada final y cortó la primera oreja.

 

La segunda -que pudieron ser tres de haber atendido el palco la petición del público- se la arrancó literalmente al segundo, que fue un toro que ser guardó mucho dentro y que embistió a oleadas, pero nunca francas. Pero Miguel Ángel se puso a lo suyo, que es el mando, y le impuso su autoridad al astado a base de firmeza, de seguridad y de una muleta absolutamente convencida de sí misma. Podido, se terminó afligiendo el animal, al que aún tuvo tiempo el de Badajoz de componerle una rotunda serie en redonda, de inmensa ligazón y rotundidad, que fue la cima de su obra. La remató de estocada entera y abrió la Puerta Grande de Granada, a la que ya tenía ganas de volver Miguel Ángel Pererapara rememorar por qué a Lorca le gustaban los toros…

Plaza de Toros de GRANADA. Media entrada. Se lidian toros de ÁLVARO NÚÑEZ
 
Miguel Ángel Perera: oreja y oreja con petición de la segunda
Alejandro Talavante: ovación y oreja
Juan Ortega: oreja y oreja
 
 
 
 
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