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17 de mayo de 2024 

CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de LA QUINTA
 
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Emilio de Justo
Ginés Marín
 
La desnuda verdad
 

No había terminado de sentarse aún todo el público que hoy llenó la Plaza de Toros de Las Ventas cuando Miguel Ángel Perera cruzaba decidido el ruedo camino de puerta de chiqueros. El coro advirtió a lo que iba el torero y un silencio cortante y sostenido se hizo en el ambiente. Era mezcla de sorpresa, de respeto y de admiración. La cátedra calló mientras Miguel Ángel aguardaba impávido la salida de su primer ejemplar de La Quinta. Que salió derecho hacia Perera, quien, como anteayer en el comienzo de faena a su segundo de aquella tarde, también de rodillas, pero con la muleta y en los medios, apuró al límite el instante de hacer volar el capote y ejecutar la larga cambiada. La sorpresa, el respeto y la admiración se convirtieron en congojo del público, que no fue el único de la tarde con el pacense. Varias veces más se dejó sentir en su faena al cuarto, un toro que vendió cara, muy cara su lidia, que no regaló una embestida y que midió antes, durante y después de cada muletazo. Porque trataba Miguel Ángel de ligarle las series y era llegar al cuarto muletazo y cambiar de presa: la tela por quien la portaba. Y así, dicho queda, en varias ocasiones. En todas ellas sorteó el diestro el envite con rapidez de reflejos, pero ni un gesto a la galería ni una merma en su decisión hubo tras cada uno de esos aprietos. Todo lo contrario, la misma apuesta por su planteamiento, la misma confianza en que ése era el camino y la misma seguridad y capacidad para recorrerlo. Consciente siempre de que el de La Quinta se tragaba los tres primeros a base de mucho tragarle en cada pase, pero que, al cuarto, le iba a buscar las vueltas. Entremedias de todo eso, emergió el toreo revestido de ese temple mayúsculo con que Perera le puede a los toros más exigentes, como éste. Temple para que ni le rozara la pañosa por más que el astado quisiera comérsela. Así le arrancó varias tandas a diestras de un mérito callado y sincero que no pasó desapercibido para Madrid. Y la plaza reconoció al torero, incluso, ovacionándole cuando citaba cruzándose al pitón derecho mientras ponía por delante, muy por delante, el pecho antes que la muleta. Hasta algún que otro natural le robó al de La Quinta, que por el izquierdo no quería ni verlos. Con la misma desnuda verdad de toda su obra, de toda su tarde, se tiró el de Badajoz a matar para cobrar una estocada arriba que terminó de alimentar la petición del trofeo, pero el palco dijo que nones. La vuelta al ruedo tuvo el clamor del reconocimiento de Madrid a la dimensión de Miguel Ángel Perera en el conjunto de sus tardes isidriles.

 

Tardes muy importantes para él, por eso se fue, tantos años después, a portagayola a recibir a su primero. Una evidente declaración de intenciones a la que le siguió otro despliegue de capacidad, de inteligencia y de frescura ante ese primero. Las virtudes de su composición para ser capaz de imponerse también a la molestia del viento en terrenos donde molestaba para enjaretar dos series con la derecha ligadas y vibrantes. Tanto le pudo al toro con ellas, que éste se rajó a partir de ahí y ya sólo quiso pelea en los terrenos muy pegados a tablas. Pues ahí que se la presentó Miguel Ángel para inventarse una tanda al natural emocionante y vibrante, de mucha conexión con el tendido, porque apenas unos instantes antes, viendo cómo el de La Quinta se iba tras cada muletazo con salida hacia adentro, parecían impensable. Justo cuando se tiró el torero con la espada en el primer intento, el toro se desigualó y dio lugar a un pinchazo, al que siguió una media en buen sitio, pero que precisó del descabello. Con todo, y siendo Madrid, la ovación fue unánime a Perera. Tanto como desnuda su apabullante verdad de esta tarde.

Plaza de Toros de LAS VENTAS de MADRID. Lleno. Se lidian toros de LA QUINTA
 
Miguel Ángel Perera: ovación y vuelta al ruedo
Emilio de Justo: ovación y vuelta al ruedo
Ginés Marín: silencio y silencio
 
 
 
 
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17 de mayo de 2024 

CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de LA QUINTA
 
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Emilio de Justo
Ginés Marín
 
La desnuda verdad
 

No había terminado de sentarse aún todo el público que hoy llenó la Plaza de Toros de Las Ventas cuando Miguel Ángel Perera cruzaba decidido el ruedo camino de puerta de chiqueros. El coro advirtió a lo que iba el torero y un silencio cortante y sostenido se hizo en el ambiente. Era mezcla de sorpresa, de respeto y de admiración. La cátedra calló mientras Miguel Ángel aguardaba impávido la salida de su primer ejemplar de La Quinta. Que salió derecho hacia Perera, quien, como anteayer en el comienzo de faena a su segundo de aquella tarde, también de rodillas, pero con la muleta y en los medios, apuró al límite el instante de hacer volar el capote y ejecutar la larga cambiada. La sorpresa, el respeto y la admiración se convirtieron en congojo del público, que no fue el único de la tarde con el pacense. Varias veces más se dejó sentir en su faena al cuarto, un toro que vendió cara, muy cara su lidia, que no regaló una embestida y que midió antes, durante y después de cada muletazo. Porque trataba Miguel Ángel de ligarle las series y era llegar al cuarto muletazo y cambiar de presa: la tela por quien la portaba. Y así, dicho queda, en varias ocasiones. En todas ellas sorteó el diestro el envite con rapidez de reflejos, pero ni un gesto a la galería ni una merma en su decisión hubo tras cada uno de esos aprietos. Todo lo contrario, la misma apuesta por su planteamiento, la misma confianza en que ése era el camino y la misma seguridad y capacidad para recorrerlo. Consciente siempre de que el de La Quinta se tragaba los tres primeros a base de mucho tragarle en cada pase, pero que, al cuarto, le iba a buscar las vueltas. Entremedias de todo eso, emergió el toreo revestido de ese temple mayúsculo con que Perera le puede a los toros más exigentes, como éste. Temple para que ni le rozara la pañosa por más que el astado quisiera comérsela. Así le arrancó varias tandas a diestras de un mérito callado y sincero que no pasó desapercibido para Madrid. Y la plaza reconoció al torero, incluso, ovacionándole cuando citaba cruzándose al pitón derecho mientras ponía por delante, muy por delante, el pecho antes que la muleta. Hasta algún que otro natural le robó al de La Quinta, que por el izquierdo no quería ni verlos. Con la misma desnuda verdad de toda su obra, de toda su tarde, se tiró el de Badajoz a matar para cobrar una estocada arriba que terminó de alimentar la petición del trofeo, pero el palco dijo que nones. La vuelta al ruedo tuvo el clamor del reconocimiento de Madrid a la dimensión de Miguel Ángel Perera en el conjunto de sus tardes isidriles.

 

Tardes muy importantes para él, por eso se fue, tantos años después, a portagayola a recibir a su primero. Una evidente declaración de intenciones a la que le siguió otro despliegue de capacidad, de inteligencia y de frescura ante ese primero. Las virtudes de su composición para ser capaz de imponerse también a la molestia del viento en terrenos donde molestaba para enjaretar dos series con la derecha ligadas y vibrantes. Tanto le pudo al toro con ellas, que éste se rajó a partir de ahí y ya sólo quiso pelea en los terrenos muy pegados a tablas. Pues ahí que se la presentó Miguel Ángel para inventarse una tanda al natural emocionante y vibrante, de mucha conexión con el tendido, porque apenas unos instantes antes, viendo cómo el de La Quinta se iba tras cada muletazo con salida hacia adentro, parecían impensable. Justo cuando se tiró el torero con la espada en el primer intento, el toro se desigualó y dio lugar a un pinchazo, al que siguió una media en buen sitio, pero que precisó del descabello. Con todo, y siendo Madrid, la ovación fue unánime a Perera. Tanto como desnuda su apabullante verdad de esta tarde.

Plaza de Toros de LAS VENTAS de MADRID. Lleno. Se lidian toros de LA QUINTA
 
Miguel Ángel Perera: ovación y vuelta al ruedo
Emilio de Justo: ovación y vuelta al ruedo
Ginés Marín: silencio y silencio
 
 
 
 
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