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20200920 nimes002
20 de septiembre de 2020
NIMES
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
JANDILLA y VEGAHERMOSA
Sebastián Castella
MIGUEL ÁNGEL PERERA
 
PLETÓRICO
 

Ya saben el dicho que habla de la expectación y de la decepción. No es nuevo ni en el toro ni en la vida. La tarde del cierre de la Feria de la Vendimia de Nimes no respondió al argumento trazado. Falló la corrida de Jandilla y Vegahermosa que, sin ser mala, tampoco fue como es marca de la casa. Con su lote de toros, se expresó Miguel Ángel Perera seguro, clarividente, fresco, sólido y a gusto, pero no encontró el refrendo a la arquitectura de lo realizado.

 

Tuvo mucha calidad el que hizo cuarto, segundo de su lote, Ferretero-86, de Jandilla, pero al que, en cambio, le faltó más fuerza. Lo lució de lo lindo Miguel Ángel, que inició de rodillas su faena, en los medios, para pasarse al toro por la espalda con emoción y ajuste. Ya se vio en ese envite que el animal se quedaba corto. Lo citó siempre muy de lejos para dejárselo venir aprovechando que lo hacía con prontitud y alegría. Lo recogía muy por delante y lo mecía en cada pase, pulseándolo para medir su viaje, obligándolo sin forzarlo. Pero perdía el toro por momentos las manos y eso restaba lucimiento al conjunto. Con todo, no se rindió nunca Perera, que se empeñó en encontrar las claves precisas para lucir la calidad de su oponente. Lo logró, sobre todo, toreando al natural, en muletazos muy encajados y lentos, bellos y rebosantes de compás, pero no podían ser demasiados por el defecto ya apuntado. Hizo el torero de cada serie una búsqueda de esa clave exacta que le hiciera alcanzar la conjunción rematada que buscaba y que llegó en la penúltima tanda en redondo, impecable de todo. Antes del final, se lo pasó Miguel Ángel muy cerca por luquesinas, suelta la ayuda en la arena, cambiándose la muleta de mano, impertérrita la figura, sincero y entregado. La espada cayó trasera y le obligó a tomar el descabello, con lo que el premio final quedó en una cerrada ovación.

 

Fue la primera una faena para profesionales y aficionados ante un toro siempre incierto y con un punto de violencia en sus acometidas. Tuvo la virtud Miguel Ángel de ir moldeándolo y corrigiéndole defectos a partir de una madura seguridad y grandes dosis técnicas. Su muleta fue como una la brújula que marcaba el único camino a seguir, el del mando que imponía el torero, celoso siempre de que su oponente no le alcanzara el engaño, clave para ganarle la partida. Y lo logró Perera con su proverbial sentido del temple porque le cogió enseguida la distancia y la altura precisa para, muletazo a muletazo y tanda a tanda, contraponiendo suavidad a esa violencia, profundizar en el viaje del ejemplar de Vegahermosa. Y salían los pases limpios y líquidos, largos y hondos, ligados porque no le quitó nunca la muleta de la cara. El silencio con que el público nimeño siguió el trasteo reflejó hasta qué punto estaba metido en la disección técnica de la faena del extremeño. La colocación de la espada no hizo justicia al resto del conjunto y ese mismo silencio se prolongó a la valoración final del tendido.

 

El flotador del sexto no fue tal, sino todo lo contrario. Porque le faltaron muchas cosas al ejemplar de Jandilla. Emoción, sobre todo, pero también pujanza y calidad. Lo intentó todo Miguel Ángel, ni se excusó ni se rindió, aplicó paciencia y buscó hallar las teclas oportunas para que el toro rompiera hacia adelante, pero no tenía más dentro que lo sacó fuera. Se apagó así la tarde, con menos historia al final de lo esperado por todos. Los toreros y el ganadero, los primeros.

Arenés de NIMES. Casi lleno dentro del aforo permitido. Se lidian toros de JANDILLA y VEGAHERMOSA
 
Sebastián Castella: silencio, silencio y oreja
Miguel Ángel Perera: silencio, ovación y silencio
 
 

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20 de septiembre de 2020
NIMES
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
JANDILLA y VEGAHERMOSA
Sebastián Castella
MIGUEL ÁNGEL PERERA
 
PLETÓRICO
 

Ya saben el dicho que habla de la expectación y de la decepción. No es nuevo ni en el toro ni en la vida. La tarde del cierre de la Feria de la Vendimia de Nimes no respondió al argumento trazado. Falló la corrida de Jandilla y Vegahermosa que, sin ser mala, tampoco fue como es marca de la casa. Con su lote de toros, se expresó Miguel Ángel Perera seguro, clarividente, fresco, sólido y a gusto, pero no encontró el refrendo a la arquitectura de lo realizado.

 

Tuvo mucha calidad el que hizo cuarto, segundo de su lote, Ferretero-86, de Jandilla, pero al que, en cambio, le faltó más fuerza. Lo lució de lo lindo Miguel Ángel, que inició de rodillas su faena, en los medios, para pasarse al toro por la espalda con emoción y ajuste. Ya se vio en ese envite que el animal se quedaba corto. Lo citó siempre muy de lejos para dejárselo venir aprovechando que lo hacía con prontitud y alegría. Lo recogía muy por delante y lo mecía en cada pase, pulseándolo para medir su viaje, obligándolo sin forzarlo. Pero perdía el toro por momentos las manos y eso restaba lucimiento al conjunto. Con todo, no se rindió nunca Perera, que se empeñó en encontrar las claves precisas para lucir la calidad de su oponente. Lo logró, sobre todo, toreando al natural, en muletazos muy encajados y lentos, bellos y rebosantes de compás, pero no podían ser demasiados por el defecto ya apuntado. Hizo el torero de cada serie una búsqueda de esa clave exacta que le hiciera alcanzar la conjunción rematada que buscaba y que llegó en la penúltima tanda en redondo, impecable de todo. Antes del final, se lo pasó Miguel Ángel muy cerca por luquesinas, suelta la ayuda en la arena, cambiándose la muleta de mano, impertérrita la figura, sincero y entregado. La espada cayó trasera y le obligó a tomar el descabello, con lo que el premio final quedó en una cerrada ovación.

 

Fue la primera una faena para profesionales y aficionados ante un toro siempre incierto y con un punto de violencia en sus acometidas. Tuvo la virtud Miguel Ángel de ir moldeándolo y corrigiéndole defectos a partir de una madura seguridad y grandes dosis técnicas. Su muleta fue como una la brújula que marcaba el único camino a seguir, el del mando que imponía el torero, celoso siempre de que su oponente no le alcanzara el engaño, clave para ganarle la partida. Y lo logró Perera con su proverbial sentido del temple porque le cogió enseguida la distancia y la altura precisa para, muletazo a muletazo y tanda a tanda, contraponiendo suavidad a esa violencia, profundizar en el viaje del ejemplar de Vegahermosa. Y salían los pases limpios y líquidos, largos y hondos, ligados porque no le quitó nunca la muleta de la cara. El silencio con que el público nimeño siguió el trasteo reflejó hasta qué punto estaba metido en la disección técnica de la faena del extremeño. La colocación de la espada no hizo justicia al resto del conjunto y ese mismo silencio se prolongó a la valoración final del tendido.

 

El flotador del sexto no fue tal, sino todo lo contrario. Porque le faltaron muchas cosas al ejemplar de Jandilla. Emoción, sobre todo, pero también pujanza y calidad. Lo intentó todo Miguel Ángel, ni se excusó ni se rindió, aplicó paciencia y buscó hallar las teclas oportunas para que el toro rompiera hacia adelante, pero no tenía más dentro que lo sacó fuera. Se apagó así la tarde, con menos historia al final de lo esperado por todos. Los toreros y el ganadero, los primeros.

Arenés de NIMES. Casi lleno dentro del aforo permitido. Se lidian toros de JANDILLA y VEGAHERMOSA
 
Sebastián Castella: silencio, silencio y oreja
Miguel Ángel Perera: silencio, ovación y silencio
 
 
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