20180930 ubeda02
30 de septiembre de 2018
UBEDA
Feria de SAN MIGUEL
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
FUENTE YMBRO
Enrique Ponce
Juan José Padilla
MIGUEL ÁNGEL PERERA
  
EXCELSO PERERA
 

Ya se había rebozado sin cansarse de hacerlo en su momento luminoso, en su concepto cada vez más depurado, más hondo, más pegado a la raíz y, al tiempo, más parecido a lo que sigue buscando. Lo había hecho en los dos toros en un puñado de tandas por los dos lados de un tiempo tan retenido que pareciera a cámara lenta. Quizá no lo pareciera, sino que de verdad fuera a cámara lenta. Como si estuviera dictando una lección magistral para todos los públicos porque desnudaba cada tiempo propio de cada muletazo de tan al ralentí como lo exponía. Lección magistral sí que era porque el nivel desplegado hoy por Miguel Ángel Perera en Úbeda no está al alcance de todos, ni siquiera de cualquiera. Fue magistral todo en él. Deslumbrante, arrebatador, hermoso, sincero, cuajado, macizo, indudable, implacable, impecable, perfecto. Impregnando la escena de su íntima serenidad, ese punto de equilibrio personal y artístico que te lleva a saborear todo con la pausada plenitud de quien ya no tiene prisa. Bueno, pues se rebozaba Miguel Ángel en todo esto, cuando decidió escarbar en lo más pererista de su toreo, en su diferencia, en lo más indeleble de su sello, en lo que le distingue y le ubica en un plano donde nadie más…

 

Y comenzaron así casi cinco minutos de una cadena interminable de muletazos por los dos pitones concebidos por igual sobre el eje de su cuerpo pétreo, inmóvil, como si hubiera desaparecido de allí. Todo el toreo girando alrededor de su figura según él mismo quería y decidía. Por delante y por detrás, a derechas y a izquierdas, con ayuda y sin ella, con la muleta, por momento, casi como si molestara porque lo que toreaba de verdad era el propio cuerpo del hombre. Un cuerpo que se dejaba rozar por los pitones, avasallador, en un ejercicio deslumbrante de seguridad y de autoridad. Y de frescura. Y de pasión. La misma que se fue prendiendo en los tendido ubetenses, donde la gente se fue poniendo de pie ante semejante exhibición. Manos en la cabeza en el callejón y palmas ardiendo en el graderío a la par que el clamor de “torero, torero” corría por toda la plaza como la ola en un campo de fútbol. Aquello no terminaba nunca, no conocía de pausa alguna. Pareció que Perera se hubiera olvidado de que existe, de que estaba allí. Desde el mentón en el pecho, todo se hundía en el cuerpo del torero, abandonado y ensimismado. Cuando alzaba la mirada a la gente, ésta le correspondía con gestos de pleitesía. Cuando ya era imposible más, salió Miguel Ángel de semejante torbellino con el gesto pleno y poderoso de quien acababa de vaciarse sin el menor gesto a la galería. Lo había hecho por y para él y, desde él, para las almas felices que le contemplaban. Era indiscutible el rabo. Aquello había sido soberbio. Excelso. Como está Miguel Ángel Perera: excelso…

 
Plaza de Toros de ÚBEDA. Lleno en los tendidos. Se lidian toros de FUENTE YMBRO
 
Enrique Ponce: ovación y oreja
Juan José Padilla: silencio y dos orejas con petición de rabo  
Miguel Ángel Perera: dos orejas con petición de rabo y dos orejas y rabo
 
MIGU1955.JPG MIGU1967.JPG MIGU1972.JPG MIGU1979.JPG MIGU1990.JPG MIGU1995.JPG MIGU2002.JPG MIGU2003.JPG MIGU2004.JPG MIGU2050.JPG MIGU2056.JPG MIGU2070.JPG MIGU2073.JPG MIGU2088.JPG MIGU2143.JPG MIGU2173.JPG MIGU2198.JPG MIGU2250.JPG MIGU2263.JPG MIGU2335.JPG MIGU2345.JPG MIGU2346.JPG MIGU2379.JPG MIGU2384.JPG MIGU2385.JPG MIGU2395.JPG MIGU2396.JPG MIGU2404.JPG MIGU2407.JPG MIGU2424.JPG MIGU2431.JPG MIGU2449.JPG MIGU2450.JPG MIGU2461.JPG MIGU2463.JPG MIGU2471.JPG MIGU2472.JPG MIGU2484.JPG MIGU2487.JPG MIGU2516.JPG MIGU2517.JPG MIGU2550.JPG MIGU2563.JPG

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UBEDA
Feria de SAN MIGUEL
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
FUENTE YMBRO
Enrique Ponce
Juan José Padilla
MIGUEL ÁNGEL PERERA
  
EXCELSO PERERA
 

Ya se había rebozado sin cansarse de hacerlo en su momento luminoso, en su concepto cada vez más depurado, más hondo, más pegado a la raíz y, al tiempo, más parecido a lo que sigue buscando. Lo había hecho en los dos toros en un puñado de tandas por los dos lados de un tiempo tan retenido que pareciera a cámara lenta. Quizá no lo pareciera, sino que de verdad fuera a cámara lenta. Como si estuviera dictando una lección magistral para todos los públicos porque desnudaba cada tiempo propio de cada muletazo de tan al ralentí como lo exponía. Lección magistral sí que era porque el nivel desplegado hoy por Miguel Ángel Perera en Úbeda no está al alcance de todos, ni siquiera de cualquiera. Fue magistral todo en él. Deslumbrante, arrebatador, hermoso, sincero, cuajado, macizo, indudable, implacable, impecable, perfecto. Impregnando la escena de su íntima serenidad, ese punto de equilibrio personal y artístico que te lleva a saborear todo con la pausada plenitud de quien ya no tiene prisa. Bueno, pues se rebozaba Miguel Ángel en todo esto, cuando decidió escarbar en lo más pererista de su toreo, en su diferencia, en lo más indeleble de su sello, en lo que le distingue y le ubica en un plano donde nadie más…

 

Y comenzaron así casi cinco minutos de una cadena interminable de muletazos por los dos pitones concebidos por igual sobre el eje de su cuerpo pétreo, inmóvil, como si hubiera desaparecido de allí. Todo el toreo girando alrededor de su figura según él mismo quería y decidía. Por delante y por detrás, a derechas y a izquierdas, con ayuda y sin ella, con la muleta, por momento, casi como si molestara porque lo que toreaba de verdad era el propio cuerpo del hombre. Un cuerpo que se dejaba rozar por los pitones, avasallador, en un ejercicio deslumbrante de seguridad y de autoridad. Y de frescura. Y de pasión. La misma que se fue prendiendo en los tendido ubetenses, donde la gente se fue poniendo de pie ante semejante exhibición. Manos en la cabeza en el callejón y palmas ardiendo en el graderío a la par que el clamor de “torero, torero” corría por toda la plaza como la ola en un campo de fútbol. Aquello no terminaba nunca, no conocía de pausa alguna. Pareció que Perera se hubiera olvidado de que existe, de que estaba allí. Desde el mentón en el pecho, todo se hundía en el cuerpo del torero, abandonado y ensimismado. Cuando alzaba la mirada a la gente, ésta le correspondía con gestos de pleitesía. Cuando ya era imposible más, salió Miguel Ángel de semejante torbellino con el gesto pleno y poderoso de quien acababa de vaciarse sin el menor gesto a la galería. Lo había hecho por y para él y, desde él, para las almas felices que le contemplaban. Era indiscutible el rabo. Aquello había sido soberbio. Excelso. Como está Miguel Ángel Perera: excelso…

 
Plaza de Toros de ÚBEDA. Lleno en los tendidos. Se lidian toros de FUENTE YMBRO
 
Enrique Ponce: ovación y oreja
Juan José Padilla: silencio y dos orejas con petición de rabo  
Miguel Ángel Perera: dos orejas con petición de rabo y dos orejas y rabo
 
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