PERERA INDULTA A SERENO, DE TORREALTA
Hay dos verdades incuestionables. Una, que Miguel Ángel Perera tiene un hilo mágico con Huelva, con su plaza de toros, con La Merced. La otra, que vive uno de los momentos más plenos y dulces de su carrera. Dice a menudo él mismo que, después de catorce años de trayectoria como matador, con poco nuevo puede sorprender. Se equivoca. Sus propios hechos le llevan la contraria. Perera sigue sorprendiendo por su capacidad para llevar más allá aquello que pareciera que más allá no tiene. Como todo en su faena en Huelva a Sereno, un toro excelso de Torrealta que embistió desde el principio y hasta el final como sueñan los toreros que les embista un toro. Sencillamente, perfecto. De Todo. De prontitud, de nobleza, de franqueza, de alegría, de entrega, de largura y profundidad, de clase en grado sumo. Desde que se encontraron en el primer lance con el capote hasta que de un suave pase de pecho le abría las mismas puertas del para siempre, Miguel Ángel y Sereno encajaron como encajan las almas nobles que dan todo lo que tienen. El diestro de Puebla del Prior estuvo muy templado con el capote. Fresco y seguro también. En el recibo y en el quite por tafalleras. Enmedio y después de ambos, la lidia de Javier Ambel fue prodigiosa, con un lance, sobre todo, que fue sentido y jaleado con estremecimiento por La Merced por la manera en que lo cantó. Le aplaudió la plaza en ese instante como luego al llevarse al toro a una mano hacia el burladero. Ovación que fue atronadora y más que justa de igual modo para Curro Javier y Guillermo Barbero, tras protagonizar ambos un excelso tercio de banderillas. La llama estaba encendida, faltaba prolongarla. Y cómo lo hizo Miguel Ángel. Rodilla en tierra primero para, ya así, hacer el toreo desde delante hacia tan detrás, enroscándose al Torrealta sin rectificar su posición ni hacer amago alguno de recuperar la verticalidad por más que el astado le apretara en alguno de los pases. Ya de pie, el recital de Perera fue mayúsculo. Por el derecho y por el izquierdo. En redondo y al natural. En tandas de largo metraje que Sereno aceptó también sin condición alguna, yendo humillado hasta besar el ruedo desde el mismo cite y hasta cuando enlazaba una embestida con otra sin levantar la cara, revolviéndose en busca de más por mucho que ese más fuera tan exigente para él. Bravura elevada a la máxima potencia. Hubo tandas por el izquierdo que, ya desde la forma en que Miguel Ángel citaba con media muleta arrastrando, emocionaban de tan pura verdad. El trazo de los muletazos, su tiempo, cómo se derramaban, cuánto duraban, cómo se ligaban, la precisión con que se encajaban en una sola las figuras del hombre y el animal... Todo era exacto, perfecto. Pero cuando la gente de verdad rompió fue cuando Perera soltó la ayuda y se enroscó a Sereno al cuerpo en un ejercicio de toreo son límite, en el que, cuanto más proponía el torero, más respondía el toro. Los pañuelos empezaron a aparecer. Uno detrás de otro y, ya al final, todos al mismo tiempo. La plaza clamaba, el palco dudaba, Perera toreaba y Sereno embestía y embestía. Sin el menor ademán, como si aquello no fuera con él. Se hizo la justicia para con un toro tan bravo y asomó el pañuelo naranja en Huelva dieciocho años después. La felicidad, inmensa, puso a la par al héroe que la acababa de provocar con el pueblo que al que había hecho feliz.
Quiso y todo lo puso el diestro de Badajoz para que lo ya redonda de la tarde lo fuera todavía más en el quinto toro, pero éste nada tuvo que ver con aquél. Apenas sí le dejó disfrutar y expresarse con el capote en un muy ajustado quite por gaoneras que arrancó algún que otro uy. La gente estaba muy metida. Javier Ambel y Guillermo Barbero saludaron montera en mano tras otro soberbio tercio de banderillas. Y ya con la muleta, Miguel Ángel Perera buscó todas las fórmulas posibles para exprimir del de Torrealta hasta la última de sus embestidas. Rajado y huidizo éste, fue imposible hallar la continuidad que permitiera que aquello explotara. Sí lo hizo la ovación otra vez de Huelva a Miguel Ángel Perera. Una plaza y un hombre con una relación común, aún más desde ayer, histórica y eterna.
Plaza de Toros de HUELVA. Tres cuartos largos de entrada. Se lidian toros de TORREALTA.
El Juli: ovación y ovación
Miguel Ángel Perera: dos orejas y rabo simbólicas y ovación
Roca Rey: ovación y dos orejas