14 de agosto de 2017
SAN SEBASTIÁN
Semana Grande
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
DOMINGO HERNÁNDEZ y GARCIGRANDE
El Juli
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
EL TOREO QUE TODO LO ILUMINA
El toreo es grande, muy grande. Es un arte único que, aun efímero, se queda para siempre. Su recuerdo es imperecedero, no deja de latir. Porque se agarra a las entrañas y pellizca. Y emociona. Y su aceptación provoca en quien asiste a él expresiones hondas y largas. Son esos oles que duran lo que varios oles de los demás. Que se prolongan, que se estiran. Que nacen desde el eco y que no pierden el eco nunca. Hoy sonaron algunos, muchos, en la esfera de Illumbe. Y resonaron. Y vibraron. Y crujieron. Ese crujido de lo que es de verdad. Tanta de verdad como se iba derramando en cada muletazo de Miguel Ángel Perera a Arpón. Muletazos que empezaban muy por delante, a varios metros, tantos a como se arrancaba el toro de Garcigrande y el torero le aguardaba con la franela presentada pidiendo bravura que hacer suya. Y de tan largo lo embarcaba para detener su paso en esa jurisdicción que es del torero y tirar de él sin tirar, acompañando, embebiendo, conduciendo, prolongando, eternizando porque terminaba casi tan largo como empezaba. Y sonaba el eco ronco y hondo de Illumbe. Como esos muletazos, roncos y hondos. Y despacio, a compás. Y uno más. Y otro más. Y más aún... Una sucesión de muletazos que eran más templados, más exigentes, más hundidos y más largos conforme se sucedían. En los medios, desde el alma de Illumbe. Fueron tres tandas soberbias. De una ligazón, de una firmeza y de una conjunción luminosas. Luz. Justo eso: luz emanaba de esa profundidad del toreo más puro que Miguel Ángel estaba extrayendo de las tripas de su momento de luz. Probó el extremeño al toro de Garcigrande por el lado izquierdo, pero entendió enseguida que por ahí el toro no era igual, así que volvió a la diestra para seguir cincelando una de sus grandes obras de la temporada. Otra más. No quiso darla por terminada hasta sentir la voluntad de Arpón completamente sometida a su dictado en más pases de rosca en torno a su cuerpo que fueron el colofón perfecto. De haber matado al primer intento, habría cortado la dos orejas. Pinchó y fue una, pero una que vale por varias.
Se desquitó Perera en este quinto de cuanto no pudo en el segundo. Porque fue éste un toro literalmente imposible. Que se quedaba corto y que hacía hilo. No se excusó nunca el diestro de Puebla del Prior porque su ambición no se lo permite, pero sacar más fondo de tan poco era una quimera. Lo mató pronto y bien, que era lo mejor que se podía hacer. Quedó el arsenal intacto para lo que vino después. Otra obra marca de Perera, rebosante de ese toreo que lo ilumina todo...
Plaza de toros de SAN SEBASTIÁN. Tres cuartos de entrada. Se lidian toros de DOMINGO HERNÁNDEZ y GARCIGRANDE
El Juli: ovación y ovación
Miguel Ángel Perera: silencio y oreja
Alejandro Talavante: silencio y ovación