20170531-madrid002
31 de mayo de 2017
MADRID
Feria de SAN ISIDRO
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
VICTORIANO DEL RÍO
MIGUEL ÁNGEL PERERA
López Simón
Roca Rey
  
TENÍA QUE SER...
 
No es que tenga la moneda en la mano, es que la moneda es suya. Esa moneda que cambia la suerte cuando la suerte -o lo que sea- quiene que salga cara. Hoy salió cara en Madrid después de tantas cruces de los últimos años. Por eso tenía que ser. En cuanto que un toro le aguantara el envite y le metiera la cara como lo ha hecho hoy Cantapájaros. Porque lo demás está en su mano. En su cabeza y en su corazón. El toreo está en la mano, en la cabeza y en el corazón de Miguel Ángel Perera. Pero el toreo lo hacen entre dos. Se necesitan el torero y el toro. Y Perera necesitaba ya en Madrid un toro como Cantapájaros. Bien es cierto que no fue del todo un toro redondo, que si le aguanta un par de series más..., pero es innegable que fue un toro bueno porque embistió con franqueza y despacio. Y con eso basta. Lo demás lo pone Miguel Ángel, porque para eso la moneda es suya...
 
El capote fue el calibre donde probó el torero las posibilidades del victoriano. Lo sintió en un par de lances de planta relajada en los que embarcó toda la embestida del toro con las palmas de las manos. Cantapájaros humilló y se desplazó con clase. Lo toreó a placer Perera en el quite con el percal, tan variado, tan mexicano, donde fundió chicuelinas con tallaferas y gaoneras. Pero todas, muy despacio. Mecidas. Pulsadas. Hubo compás. Todo ello quedó en su punto exacto de medida gracias al capote de seda natural de Javier Ambel. Gran lidia la suya, como grande el tercio de banderillas de Curro Javier y de Guillermo Barbero. Lo dicho, todo en su punto exacto de medida. Y como la moneda es de Perera, bastaba con que el toro mantuviera ese nivel, que no se desfondara. Miguel Ángel, pausado hasta en la preparación de cada paso, se atornilló en el epicentro de Las Ventas y se pasó varias veces por la espalda al ejemplar de Victoriano, siempre pronto y siempre franco. Aunque la clave de todo, ese nudo que terminó de atar al destino del torero la faena que necesitaba, fue la primera tanda por el pitón derecho. Tan toreada, tan acariciada, tan templada. Presentaba Miguel Ángel la muleta como quien tiende la mano a un amigo para luego tirar de él con el tacto que se tiene para con los amigos mejores. Precisión suiza desde el primer compás. Muy en Perera: despacio, desnudo y largo, muy largo. Profundidad que hasta dejaba eco al ser. En ese eco se sumergió Madrid ole a ole, esos oles que Miguel Ángel ya quería para sí. La segunda tanda fue aún mejor de todo. El planteamiento, el mismo. La ejecución, todavía más lenta, más honda y más hermosa. Hizo amagos Cantapájaros de querer irse de allí, pero no le dejó el torero. Ya saben aquello de la mano tendida al amigo... La muleta puesta como reclamo y el toro que se olvidaba de su instinto para dejarse atrapar una vez más y otra en la caricia de cristal que era cada muletazo de Miguel Ángel Perera. Todos terminados por abajo y por abajo empezado el siguiente. La muleta puesta para uno justo donde había terminado el anterior. Le arrancó el diestro de Badajoz una tanda de naturales del mismo poso, pero con el mérito mayor de que por ese lado el astado quería menos. En el tramo final, un pase de pecho con el que crujió Madrid y un redondo que no terminó del todo porque el victoriano quiso irse antes. De haberse quedado, habría sido el muletazo de todo San Isidro. Salía Miguel Ángel de cada tanda aspirando hondo el aire fresco del reconocimiento sincero de Madrid. Porque aunque no se lo dijera, Madrid estaba esperando tanto a Perera como Perera a Madrid. Y como tenía que ser, la estocada fue como el conjunto todo: impecable. Lo dicen todas las crónicas: la de Miguel Ángel hoy en San Isidro es una oreja de peso, de mucho peso. Y, sobre todo, es la constatación de que, no es que tenga la moneda, es que la moneda es suya.
 
Al primer toro le quedaban apenas dos meses para cumplir los seis años y eso se notó en su comportamiento. Sobre todo, le faltó entrega y eso hizo de él un toro incómodo. Gazapón de inicio, desde el quite, aceptaba con cierta alegría los dos primeros muletazos de cada serie, pero, a partir del tercero, ya cambiaba y se venía incierto, e incluso, descolocando al torero. Le dio distancia el diestro pacense y lo condujo largo en pases sueltos que no pudieron tenr continuidad por esa condición sin entrega del astado de Victoriano. Cobró Miguel Ángel una estocada entera arriba, a pesar de lo cual tardó mucho el toro en caer.
 
 
 
Plaza de Toros de LAS VENTAS. Lleno de "No hay billetes". Se lidian toros de VICTORIANO DEL RÍO.
 
Miguel Ángel Perera: silencio y oreja
López Simón: silencio y silencio  
Roca Rey: oreja y silencio
 
 
 
MIGU3751.JPG MIGU3758.JPG MIGU3762.JPG MIGU3777.JPG MIGU3782.JPG MIGU3787.JPG MIGU3819.JPG MIGU3949.JPG MIGU3959.JPG MIGU3972.JPG MIGU3976.JPG MIGU3980.JPG MIGU4005.JPG MIGU4017.JPG MIGU4020.JPG MIGU4026.JPG MIGU4027.JPG MIGU4029.JPG MIGU4039.JPG MIGU4057.JPG MIGU4070.JPG MIGU4071.JPG MIGU4075.JPG MIGU4107.JPG MIGU4111.JPG MIGU4129.JPG MIGU4143.JPG MIGU4162.JPG MIGU4219.JPG MIGU4243.JPG MIGU4261.JPG
 
 

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31 de mayo de 2017
MADRID
Feria de SAN ISIDRO
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
VICTORIANO DEL RÍO
MIGUEL ÁNGEL PERERA
López Simón
Roca Rey
  
TENÍA QUE SER...
 
No es que tenga la moneda en la mano, es que la moneda es suya. Esa moneda que cambia la suerte cuando la suerte -o lo que sea- quiene que salga cara. Hoy salió cara en Madrid después de tantas cruces de los últimos años. Por eso tenía que ser. En cuanto que un toro le aguantara el envite y le metiera la cara como lo ha hecho hoy Cantapájaros. Porque lo demás está en su mano. En su cabeza y en su corazón. El toreo está en la mano, en la cabeza y en el corazón de Miguel Ángel Perera. Pero el toreo lo hacen entre dos. Se necesitan el torero y el toro. Y Perera necesitaba ya en Madrid un toro como Cantapájaros. Bien es cierto que no fue del todo un toro redondo, que si le aguanta un par de series más..., pero es innegable que fue un toro bueno porque embistió con franqueza y despacio. Y con eso basta. Lo demás lo pone Miguel Ángel, porque para eso la moneda es suya...
 
El capote fue el calibre donde probó el torero las posibilidades del victoriano. Lo sintió en un par de lances de planta relajada en los que embarcó toda la embestida del toro con las palmas de las manos. Cantapájaros humilló y se desplazó con clase. Lo toreó a placer Perera en el quite con el percal, tan variado, tan mexicano, donde fundió chicuelinas con tallaferas y gaoneras. Pero todas, muy despacio. Mecidas. Pulsadas. Hubo compás. Todo ello quedó en su punto exacto de medida gracias al capote de seda natural de Javier Ambel. Gran lidia la suya, como grande el tercio de banderillas de Curro Javier y de Guillermo Barbero. Lo dicho, todo en su punto exacto de medida. Y como la moneda es de Perera, bastaba con que el toro mantuviera ese nivel, que no se desfondara. Miguel Ángel, pausado hasta en la preparación de cada paso, se atornilló en el epicentro de Las Ventas y se pasó varias veces por la espalda al ejemplar de Victoriano, siempre pronto y siempre franco. Aunque la clave de todo, ese nudo que terminó de atar al destino del torero la faena que necesitaba, fue la primera tanda por el pitón derecho. Tan toreada, tan acariciada, tan templada. Presentaba Miguel Ángel la muleta como quien tiende la mano a un amigo para luego tirar de él con el tacto que se tiene para con los amigos mejores. Precisión suiza desde el primer compás. Muy en Perera: despacio, desnudo y largo, muy largo. Profundidad que hasta dejaba eco al ser. En ese eco se sumergió Madrid ole a ole, esos oles que Miguel Ángel ya quería para sí. La segunda tanda fue aún mejor de todo. El planteamiento, el mismo. La ejecución, todavía más lenta, más honda y más hermosa. Hizo amagos Cantapájaros de querer irse de allí, pero no le dejó el torero. Ya saben aquello de la mano tendida al amigo... La muleta puesta como reclamo y el toro que se olvidaba de su instinto para dejarse atrapar una vez más y otra en la caricia de cristal que era cada muletazo de Miguel Ángel Perera. Todos terminados por abajo y por abajo empezado el siguiente. La muleta puesta para uno justo donde había terminado el anterior. Le arrancó el diestro de Badajoz una tanda de naturales del mismo poso, pero con el mérito mayor de que por ese lado el astado quería menos. En el tramo final, un pase de pecho con el que crujió Madrid y un redondo que no terminó del todo porque el victoriano quiso irse antes. De haberse quedado, habría sido el muletazo de todo San Isidro. Salía Miguel Ángel de cada tanda aspirando hondo el aire fresco del reconocimiento sincero de Madrid. Porque aunque no se lo dijera, Madrid estaba esperando tanto a Perera como Perera a Madrid. Y como tenía que ser, la estocada fue como el conjunto todo: impecable. Lo dicen todas las crónicas: la de Miguel Ángel hoy en San Isidro es una oreja de peso, de mucho peso. Y, sobre todo, es la constatación de que, no es que tenga la moneda, es que la moneda es suya.
 
Al primer toro le quedaban apenas dos meses para cumplir los seis años y eso se notó en su comportamiento. Sobre todo, le faltó entrega y eso hizo de él un toro incómodo. Gazapón de inicio, desde el quite, aceptaba con cierta alegría los dos primeros muletazos de cada serie, pero, a partir del tercero, ya cambiaba y se venía incierto, e incluso, descolocando al torero. Le dio distancia el diestro pacense y lo condujo largo en pases sueltos que no pudieron tenr continuidad por esa condición sin entrega del astado de Victoriano. Cobró Miguel Ángel una estocada entera arriba, a pesar de lo cual tardó mucho el toro en caer.
 
 
 
Plaza de Toros de LAS VENTAS. Lleno de "No hay billetes". Se lidian toros de VICTORIANO DEL RÍO.
 
Miguel Ángel Perera: silencio y oreja
López Simón: silencio y silencio  
Roca Rey: oreja y silencio
 
 
 
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