20170305-olivenza02
5 de marzo de 2017
OLIVENZA
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ZALDUENDO
MIGUEL ÁNGEL PERERA
José Garrido
Ginés Marín
  
COMO TENÍA QUE SER...
 
Tenía que ser así. Porque siempre es importante empezar con el viento de frente. Porque era en casa y en casa la responsabilidad, lejos de ser más tenue, pesa más. Y porque viene Miguel Ángel Perera de un invierno en América donde pasaron cosas importantes que la falta de remate con la espada le restó más eco. Esto en el envoltorio de la mañana. En su núcleo, en lo que pasó en la plaza, tenía que ser así también por la dimensión ofrecida por el torero pacense en el conjunto de una actuación que ha mostrado con total pulcritud cómo anda: de toreo y de actitud. Que siendo Perera no extraña ni es novedad, pero, siendo Perera, tener que reivindicarlo así parece condición sine quanon. Por todo eso hoy tenía que ser así: que Miguel Ángel encontrara su recompensa y que, como casi siempre, se marchara de Olivenza, su casa, a hombros de un triunfo justo de principio a fin.
 
 
No regaló nada el cuarto, Jilguero-29, un toro encastado que, antes de dar, pidió. Sobre todo, firmeza. Y de eso, Perera es el dueño. Se trataba de mandar, de quién impusiera su ley y Miguel Ángel puso enseguida sus cartas encima de la mesa empezando la faena clavado en los medios con pases cambiados por la espalda, de ajuste sumo como es esencia pererista, y ligado luego con varios muletazos casi sin enmendarse. Y eso que en los tercios anteriores, el toro de Zalduendo se mostró incierto, pero Miguel Ángel siempre apuesta cuando toca hacerlo y hoy, estando en Olivenza, no iba a ser menos. Comenzó ahí un pulso en toda regla, un ten con ten, una composición que saldría compacta si el artista era capaz de tocar esas teclas que le pusieran armonía, orden. Mando. Y de eso, Perera es el dueño también. Humilló el toro y lo hizo con fibra y le respondió el torero con muletazos marca de la casa, poderosos desde el cite, sólidos y firmes, largos y hondos, incluso despacio, lo que no era sencillo por la exigencia que también tenía la acometida del ejemplar de Zalduendo. Fue Miguel Ángel corrigiendo la discontinuidad de su oponente en cada serie a base de confiarlo todo a sus muñecas y a su capacidad para templar, virtud fundamental ante este cuarto. Fue creciendo la faena en series por los dos pitones hasta el colofón final del pulso ganado por el torero que fue el cierre con Miguel Ángel adueñándose por completo de la escena y de todos los terrenos. Tenía que ser que esta vez sí la espada entrara y entró porque Perera se fue tras ella con la misma verdad con que había hecho todo lo demás. Tenía que ser así. Pidió el público las dos orejas que concedió el palco. Era lo justo para certificar el comienzo más deseado.


Tuvo poso y tuvo el peso la primera parte de la faena de apertura de Miguel Ángel a su primer enemigo, de nombre Zurumbático-9. Comprobó el torero con el capote que el de Zalduendo tenía tanta clase como poco celo. Acentuó lo primero, una vez más, cuánto lo cuidó el torero en el caballo y cómo lo lidió de perfecto la cuadrilla con Javier Ambel adormeciendo el tiempo de cada lance para refuerzo de la embestida enclasada del toro. Con las banderillas, Curro Javier y Guillermo Barbero firmaron un tercio soberbio y tuvieron que desmonterarse. Antes de todo esto, el matador se asentó en los medios para ejecutar un quite por chicuelinas a más en despaciosidad y rematado con una media desmayada y a la altura de los muslos. Fue el bello preludio de lo mejor: el inicio de faena de Miguel Ángel, que se dobló elegante y torero, oponiendo clase a la calidad del toro en su embestida, que se desplazaba pronto y largo. Cosió luego Perera varias tandas tan bellas por fuera como perfectas por dentro, con la muleta absolutamente plana para tirar como si fuera un hilo de seda del toro en series a más también y tan lentas como se sueña de salón. Por el izquierdo cambió el toro, quiso cada vez menos hasta que se rajó del todo aminorando así la conexión que hasta entonces había tenido la faena con el tendido. Tras una estocada trasera, precisó el torero de tres descabellos, por lo que todo quedó en una cálida y unánime ovación. 
 
 
Plaza de Toros de OLIVENZA. Casi lleno. Se lidian toros de ZALDUENDO.
 
Miguel Ángel Perera: ovación y dos orejas
José Garrido:  ovación y oreja  
Ginés Marín: oreja y oreja
 
Se desmonteran Curro Javier y Guillermo Barbero en el primero, donde Javier Ambel es aplaudido por su lidia
 
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5 de marzo de 2017
OLIVENZA
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ZALDUENDO
MIGUEL ÁNGEL PERERA
José Garrido
Ginés Marín
  
COMO TENÍA QUE SER...
 
Tenía que ser así. Porque siempre es importante empezar con el viento de frente. Porque era en casa y en casa la responsabilidad, lejos de ser más tenue, pesa más. Y porque viene Miguel Ángel Perera de un invierno en América donde pasaron cosas importantes que la falta de remate con la espada le restó más eco. Esto en el envoltorio de la mañana. En su núcleo, en lo que pasó en la plaza, tenía que ser así también por la dimensión ofrecida por el torero pacense en el conjunto de una actuación que ha mostrado con total pulcritud cómo anda: de toreo y de actitud. Que siendo Perera no extraña ni es novedad, pero, siendo Perera, tener que reivindicarlo así parece condición sine quanon. Por todo eso hoy tenía que ser así: que Miguel Ángel encontrara su recompensa y que, como casi siempre, se marchara de Olivenza, su casa, a hombros de un triunfo justo de principio a fin.
 
 
No regaló nada el cuarto, Jilguero-29, un toro encastado que, antes de dar, pidió. Sobre todo, firmeza. Y de eso, Perera es el dueño. Se trataba de mandar, de quién impusiera su ley y Miguel Ángel puso enseguida sus cartas encima de la mesa empezando la faena clavado en los medios con pases cambiados por la espalda, de ajuste sumo como es esencia pererista, y ligado luego con varios muletazos casi sin enmendarse. Y eso que en los tercios anteriores, el toro de Zalduendo se mostró incierto, pero Miguel Ángel siempre apuesta cuando toca hacerlo y hoy, estando en Olivenza, no iba a ser menos. Comenzó ahí un pulso en toda regla, un ten con ten, una composición que saldría compacta si el artista era capaz de tocar esas teclas que le pusieran armonía, orden. Mando. Y de eso, Perera es el dueño también. Humilló el toro y lo hizo con fibra y le respondió el torero con muletazos marca de la casa, poderosos desde el cite, sólidos y firmes, largos y hondos, incluso despacio, lo que no era sencillo por la exigencia que también tenía la acometida del ejemplar de Zalduendo. Fue Miguel Ángel corrigiendo la discontinuidad de su oponente en cada serie a base de confiarlo todo a sus muñecas y a su capacidad para templar, virtud fundamental ante este cuarto. Fue creciendo la faena en series por los dos pitones hasta el colofón final del pulso ganado por el torero que fue el cierre con Miguel Ángel adueñándose por completo de la escena y de todos los terrenos. Tenía que ser que esta vez sí la espada entrara y entró porque Perera se fue tras ella con la misma verdad con que había hecho todo lo demás. Tenía que ser así. Pidió el público las dos orejas que concedió el palco. Era lo justo para certificar el comienzo más deseado.


Tuvo poso y tuvo el peso la primera parte de la faena de apertura de Miguel Ángel a su primer enemigo, de nombre Zurumbático-9. Comprobó el torero con el capote que el de Zalduendo tenía tanta clase como poco celo. Acentuó lo primero, una vez más, cuánto lo cuidó el torero en el caballo y cómo lo lidió de perfecto la cuadrilla con Javier Ambel adormeciendo el tiempo de cada lance para refuerzo de la embestida enclasada del toro. Con las banderillas, Curro Javier y Guillermo Barbero firmaron un tercio soberbio y tuvieron que desmonterarse. Antes de todo esto, el matador se asentó en los medios para ejecutar un quite por chicuelinas a más en despaciosidad y rematado con una media desmayada y a la altura de los muslos. Fue el bello preludio de lo mejor: el inicio de faena de Miguel Ángel, que se dobló elegante y torero, oponiendo clase a la calidad del toro en su embestida, que se desplazaba pronto y largo. Cosió luego Perera varias tandas tan bellas por fuera como perfectas por dentro, con la muleta absolutamente plana para tirar como si fuera un hilo de seda del toro en series a más también y tan lentas como se sueña de salón. Por el izquierdo cambió el toro, quiso cada vez menos hasta que se rajó del todo aminorando así la conexión que hasta entonces había tenido la faena con el tendido. Tras una estocada trasera, precisó el torero de tres descabellos, por lo que todo quedó en una cálida y unánime ovación. 
 
 
Plaza de Toros de OLIVENZA. Casi lleno. Se lidian toros de ZALDUENDO.
 
Miguel Ángel Perera: ovación y dos orejas
José Garrido:  ovación y oreja  
Ginés Marín: oreja y oreja
 
Se desmonteran Curro Javier y Guillermo Barbero en el primero, donde Javier Ambel es aplaudido por su lidia
 
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