20170129-bogota02
29 de enero de 2017
BOGOTÁ
Feria de la LIBERTAD
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
LAS VENTAS DEL ESPÍRITU SANTO
Pablo Hermoso de Mendoza
Manuel Libardo
MIGUEL ÁNGEL PERERA
  
PUDO Y DEBIÓ SER UN TRIUNFO GRANDE
 
Pudo y debió ser un triunfo importante. De peso. Porque fue justo así como anduvo Miguel Ángel Perera en su regreso a la Santamaría de Bogotá. Fue lo suyo un despliegue de capacidad ante dos toros distintos a los que dio justo la lidia que reclamaban. No se dejó nada el torero dentro de sí en una tarde tan especial, tan bonita y tan importante. Ya no sólo Bogotá, sino que toda la Colombia taurina parece vivir de nuevo sobre el fino alambre de la intolerancia y del prohibicionismo. Inimaginable en pleno siglo XXI, pero así es. Los hay que se han empeñado en hacer de la libertad un triunfo por el que sufrir y por el que pelear cada día, cuando debiera ser algo como el aire mismo: que se respira porque sí sin que nadie se lo pueda robar a su semejante. Pero así están las cosas. Y por eso que nada quiso Perera dejarse hoy en el cajón de su toreo en busca de ese triunfo importante a por el que volvió a Bogotá. Y pudo y debió serlo así, pero una vez más la mala fortuna con la espada se le cruzó en el camino.
 
 
Apostó pronto y fuerte Miguel Ángel Perera ante su primero al iniciar la faena de muleta anclado en los medios y con pases cambiados por la espalda ajustados hasta el imposible, que enseguida elevaron al máximo las emociones en la plaza y la reacción del público bogotano. El toro tuvo fijeza y ritmo, pero le faltó algo de raza, a lo que el extremeño respondió aplicando ese sexto sentido de su oficio que le permite embaucar a los animales hasta convencerles de lo hermoso que es embestir. Más, cuando se hace tras el compás tan despacio de su pulso. Así fue trazando el diestro un puñado de pases por ambos pitones de una belleza exquisita, tersos como la seda natural, saboreados de verdad por el público de la Santamaría, muy metido siempre en la actuación de Perera, a pesar de que la condición a menos del toro le robó continuidad. No le ayudó mucho el ejemplar de Las Ventas del Espíritu Santo, lo que no fue óbice para que el diestro de Badajoz desplegara esa vuelta de tuerca que viene dando a su concepto del temple. Pinchó dos veces antes de cobrar la estocada definitiva y, otra vez, le dejó eso sin premio material. 
 
 
De nuevo la espada se llevó por delante la justa recompensa a Miguel Ángel en el quinto, un toro que se movió pero sin clase. Con todo, de nuevo obró Perera el prodigio de su fondo técnico para componer una faena de corte clásico, repartida por ambos lados, y con pasajes de suave lentitud mezclada con la autoridad de la muleta siempre muy planchada y a escasos milímetros de la mirada del toro para encelarlo y llevarlo así siempre cosido hasta donde daba el trazo del pase. Conseguía el torero hacer buena la movilidad de astado para imponer su mando y lograr series que surgieron más profundas de lo que se podía adivinar. Tenía, al menos, una oreja en la mano, pero de nuevo se le fue entre los dedos por mor de los dos pinchazos que precedieron, ahora sí, a una rotunda estocada que debió llegar un poco antes. 
 
 
Plaza de Toros SANTAMARÍA de BOGOTÁ. Casi lleno. Se lidian toros de LAS VENTAS DEL ESPÍRITU SANTO.
 
Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y oreja
Manuel Libardo: silencio y silencio
Miguel Ángel Perera: ovación y ovación
 
MIGU4132.JPG MIGU4150.JPG MIGU4158.JPG MIGU4165.JPG MIGU4167.JPG MIGU4177.JPG MIGU4201.JPG MIGU4246.JPG MIGU4290.JPG MIGU4309.JPG MIGU4318.JPG MIGU4324.JPG MIGU4336.JPG MIGU4348.JPG MIGU4349.JPG MIGU4351.JPG MIGU4371.JPG MIGU4374.JPG MIGU4375.JPG MIGU4376.JPG MIGU4457.JPG MIGU4501.JPG
 
 

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29 de enero de 2017
BOGOTÁ
Feria de la LIBERTAD
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
LAS VENTAS DEL ESPÍRITU SANTO
Pablo Hermoso de Mendoza
Manuel Libardo
MIGUEL ÁNGEL PERERA
  
PUDO Y DEBIÓ SER UN TRIUNFO GRANDE
 
Pudo y debió ser un triunfo importante. De peso. Porque fue justo así como anduvo Miguel Ángel Perera en su regreso a la Santamaría de Bogotá. Fue lo suyo un despliegue de capacidad ante dos toros distintos a los que dio justo la lidia que reclamaban. No se dejó nada el torero dentro de sí en una tarde tan especial, tan bonita y tan importante. Ya no sólo Bogotá, sino que toda la Colombia taurina parece vivir de nuevo sobre el fino alambre de la intolerancia y del prohibicionismo. Inimaginable en pleno siglo XXI, pero así es. Los hay que se han empeñado en hacer de la libertad un triunfo por el que sufrir y por el que pelear cada día, cuando debiera ser algo como el aire mismo: que se respira porque sí sin que nadie se lo pueda robar a su semejante. Pero así están las cosas. Y por eso que nada quiso Perera dejarse hoy en el cajón de su toreo en busca de ese triunfo importante a por el que volvió a Bogotá. Y pudo y debió serlo así, pero una vez más la mala fortuna con la espada se le cruzó en el camino.
 
 
Apostó pronto y fuerte Miguel Ángel Perera ante su primero al iniciar la faena de muleta anclado en los medios y con pases cambiados por la espalda ajustados hasta el imposible, que enseguida elevaron al máximo las emociones en la plaza y la reacción del público bogotano. El toro tuvo fijeza y ritmo, pero le faltó algo de raza, a lo que el extremeño respondió aplicando ese sexto sentido de su oficio que le permite embaucar a los animales hasta convencerles de lo hermoso que es embestir. Más, cuando se hace tras el compás tan despacio de su pulso. Así fue trazando el diestro un puñado de pases por ambos pitones de una belleza exquisita, tersos como la seda natural, saboreados de verdad por el público de la Santamaría, muy metido siempre en la actuación de Perera, a pesar de que la condición a menos del toro le robó continuidad. No le ayudó mucho el ejemplar de Las Ventas del Espíritu Santo, lo que no fue óbice para que el diestro de Badajoz desplegara esa vuelta de tuerca que viene dando a su concepto del temple. Pinchó dos veces antes de cobrar la estocada definitiva y, otra vez, le dejó eso sin premio material. 
 
 
De nuevo la espada se llevó por delante la justa recompensa a Miguel Ángel en el quinto, un toro que se movió pero sin clase. Con todo, de nuevo obró Perera el prodigio de su fondo técnico para componer una faena de corte clásico, repartida por ambos lados, y con pasajes de suave lentitud mezclada con la autoridad de la muleta siempre muy planchada y a escasos milímetros de la mirada del toro para encelarlo y llevarlo así siempre cosido hasta donde daba el trazo del pase. Conseguía el torero hacer buena la movilidad de astado para imponer su mando y lograr series que surgieron más profundas de lo que se podía adivinar. Tenía, al menos, una oreja en la mano, pero de nuevo se le fue entre los dedos por mor de los dos pinchazos que precedieron, ahora sí, a una rotunda estocada que debió llegar un poco antes. 
 
 
Plaza de Toros SANTAMARÍA de BOGOTÁ. Casi lleno. Se lidian toros de LAS VENTAS DEL ESPÍRITU SANTO.
 
Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y oreja
Manuel Libardo: silencio y silencio
Miguel Ángel Perera: ovación y ovación
 
MIGU4132.JPG MIGU4150.JPG MIGU4158.JPG MIGU4165.JPG MIGU4167.JPG MIGU4177.JPG MIGU4201.JPG MIGU4246.JPG MIGU4290.JPG MIGU4309.JPG MIGU4318.JPG MIGU4324.JPG MIGU4336.JPG MIGU4348.JPG MIGU4349.JPG MIGU4351.JPG MIGU4371.JPG MIGU4374.JPG MIGU4375.JPG MIGU4376.JPG MIGU4457.JPG MIGU4501.JPG
 
 
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