20170107-manizales10mod
7 de enero de 2017
MANIZALES
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
JUAN BERNARDO CAICEDO
Pablo Hermoso de Mendoza
Ramsés
MIGUEL ÁNGEL PERERA
  
NO SE PUEDE TOREAR MÁS DESPACIO...
 
Había desarrollado clase el toro desde su salida. Tenía ese algo especial de los toros importantes. Se llamó Gorra Roja y fue el primero del lote de Miguel Ángel. Como todo se lo hicieron a su favor, como el escultor que va sacando a la luz aquello que la superficie esconde, el ejemplar de Caicedo fue rompiendo en bueno, en muy bueno y cada vez más. Lo hizo posible ese romperlo hacia adelante del torero, subliminando todos los niveles de la suavidad, de lo acompasado, de lo despacio, de lo inf¡nitamente despacio. Para convencer, primero. Reforzando sin forzar. Y para cuajar después en toda la dimensión del toreo que lo multiplica todo. Fue en ese momento cuando Perera se rebozó en la enclasidísima embestida del toro colombiano para parir un par de tandas por el pitón derecho que aún podrían estar durando de tanto como duraron. No sólo por su trazo, que también, sino, sobre todo, por su tiempo. Todo el tiempo condensado y congelado en la medida de cada uno de los derechazos de Miguel Ángel, profundos ya casi desde el cite y que, más que terminar, se enlazaban el anterior con el siguiente para no acabar nunca. Rugió la plaza en oles tan hondos como el eco y la esencia del toreo total de Miguel Ángel Perera. Hasta César Rincón se reconoció emocionado ante semejante conjunción. Mató pronto el diestro y Manizales pidió unánime el trofeo que el palco concedió.
 
 
Fue imposible redondear la tarde en la misma medida en que imposible fue el reservón, ingrato y hasta peligroso quinto. Un toro, Vigilante de nombre, que no se entregó nunca, que midió más de lo que trascendió, incómodo de estar y desagradecido porque nunca dio por bueno ninguno de los intentos de Miguel Ángel Perera de buscarle las vueltas. Un trago de amargura que amarga la ilusión desmedida con la que el de Badajoz regresaba a Colombia. Aún queda Bogotá. Bogotá y el recuerdo de cómo había toreado a su primero. Un recuerdo con eco y con huella. De lo que quedan más allá del tiempo. Ese tiempo que quedó por entero contenido en el toreo en redondo con que Perera crujió Manizales.
 
 
Plaza de Toros de MANIZALES. Lleno en los tendidos. Se lidian toros de JUAN BERNARDO CAICEDO. 
 
Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y silencio
Ramsés:  oreja y dos orejas  
Miguel Ángel Perera: oreja y aplausos
 
Se desmontera Curro Javier tras banderillear al segundo de la tarde.
 
 
 
20170107-manizales20.jpg 20170107-manizales21.jpg 20170107-manizales22.jpg 20170107-manizales23.jpg 20170107-manizales24.jpg 20170107-manizales25.jpg 20170107-manizales26.jpg 20170107-manizales27.jpg 20170107-manizales28.jpg 20170107-manizales29.jpg
 
 
Fotos puertagrande.net
 
 

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7 de enero de 2017
MANIZALES
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
JUAN BERNARDO CAICEDO
Pablo Hermoso de Mendoza
Ramsés
MIGUEL ÁNGEL PERERA
  
NO SE PUEDE TOREAR MÁS DESPACIO...
 
Había desarrollado clase el toro desde su salida. Tenía ese algo especial de los toros importantes. Se llamó Gorra Roja y fue el primero del lote de Miguel Ángel. Como todo se lo hicieron a su favor, como el escultor que va sacando a la luz aquello que la superficie esconde, el ejemplar de Caicedo fue rompiendo en bueno, en muy bueno y cada vez más. Lo hizo posible ese romperlo hacia adelante del torero, subliminando todos los niveles de la suavidad, de lo acompasado, de lo despacio, de lo inf¡nitamente despacio. Para convencer, primero. Reforzando sin forzar. Y para cuajar después en toda la dimensión del toreo que lo multiplica todo. Fue en ese momento cuando Perera se rebozó en la enclasidísima embestida del toro colombiano para parir un par de tandas por el pitón derecho que aún podrían estar durando de tanto como duraron. No sólo por su trazo, que también, sino, sobre todo, por su tiempo. Todo el tiempo condensado y congelado en la medida de cada uno de los derechazos de Miguel Ángel, profundos ya casi desde el cite y que, más que terminar, se enlazaban el anterior con el siguiente para no acabar nunca. Rugió la plaza en oles tan hondos como el eco y la esencia del toreo total de Miguel Ángel Perera. Hasta César Rincón se reconoció emocionado ante semejante conjunción. Mató pronto el diestro y Manizales pidió unánime el trofeo que el palco concedió.
 
 
Fue imposible redondear la tarde en la misma medida en que imposible fue el reservón, ingrato y hasta peligroso quinto. Un toro, Vigilante de nombre, que no se entregó nunca, que midió más de lo que trascendió, incómodo de estar y desagradecido porque nunca dio por bueno ninguno de los intentos de Miguel Ángel Perera de buscarle las vueltas. Un trago de amargura que amarga la ilusión desmedida con la que el de Badajoz regresaba a Colombia. Aún queda Bogotá. Bogotá y el recuerdo de cómo había toreado a su primero. Un recuerdo con eco y con huella. De lo que quedan más allá del tiempo. Ese tiempo que quedó por entero contenido en el toreo en redondo con que Perera crujió Manizales.
 
 
Plaza de Toros de MANIZALES. Lleno en los tendidos. Se lidian toros de JUAN BERNARDO CAICEDO. 
 
Pablo Hermoso de Mendoza: silencio y silencio
Ramsés:  oreja y dos orejas  
Miguel Ángel Perera: oreja y aplausos
 
Se desmontera Curro Javier tras banderillear al segundo de la tarde.
 
 
 
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