20160903-palencia01
3 de septiembre de 2016
PALENCIA
Feria de SAN ANTOLÍN
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
MONTALVO
Sebastián Castella
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Juan del Álamo
  
MIGUEL ÁNGEL PERERA INDULTA A "CATEDRÁTICO", DE MONTALVO
 
Hay tardes que, de pronto, devuelven todo aquello que las circunstancias le deben a un torero. Hay tardes que, en nombre de todas las demás, ponen las cosas en su sitio. Hay tardes que, por fin, encauzan el justo rumbo de un camino que no siempre depende de la voluntad del hombre. Hoy ha sido esa tarde. La tarde en la que se unió la suerte que se reparte a las doce del mediodía de cada día de toros con el momento íntimo de un torero que venía toreando como nunca. Y de este encuentro, de ese feliz cruce de caminos, surgió esta tarde de toros mágica con Palencia como escenario. De ella surgió el segundo indulto de un toro en quince días en las manos de Miguel Ángel Perera. Aquél, Escarcha, éste, Catedrático. Dos toros que han unido ya sus nombres y sus vidas al curriculum de gloria del extremeño porque nada llena más de gloria la vida de un torero que el indulto de un toro.
 
Catedrático, número 50, de capa negra y con el hierro de Montalvo, destapó toda la clase que llevaba dentro en los vuelos de los capotes. En el de Miguel Ángel y en el de Javier Ámbel durante su brega. La forma en que colocaba la cara para embestir es de ésas que ponen en guardia de expectación al aficionado que lo observa y al profesional que lo cata. Su entrega en el caballo de Francisco Doblado sólo hizo sino confirmar. Y la alegría con que participó del brillante tercio de banderillas que firmaron Curro Javier y Guillermo Barbero -ambos se desmonteraron- abría de par en par las puertas de la ilusión por lo que podía venir después. Y lo que vino fue lo esperado pero multiplicado por mucho más de lo que cabía esperar. Perera se fue al corazón del ruedo, clavó el suyo a la par que las zapatillas, se dejó venir de largo a Catedrárico y se lo pasó muy cerca en varios pases cambiados por la espalda y otra suerte alterna de muletazos con el ajuste como condición innegociable. No eran los muslos del torero lo que rozaba el toro de Montalvo, sino sus tobillos de tanto como humillaba. Así las cosas, Perera se sumergió hasta el punto de dejarse llevar en tandas de muletazos por ambos pitones que surgían lentas hasta lo imposible y largas hasta perderse eternas en ese punto de la espalda de los toreros donde la cintura termina para volver a empezar. Exigió mucho Miguel Ángel a Catedrático por la longitud de los muletazos, por lo arrastrada de la muleta, por lo lejos que ésta se iba y, lo que no dejaba de ser sorprendente por más veces que sucediera, por lo tan despacio tan despacio tan despacio que se deslizaba. Era como si Perera estuviera impartiendo una clase magistral explicando sólo con el lenguaje del toreo como es éste mismo, el toreo. Porque mostraba dejando ver cada tiempo de cada muletazo: desde donde nace hasta donde desemboca... La obra fue creciente en todo. En dimensión, en calidad, en profundidad, en transmisión, en emotividad, en verdad. Perera seguía toreando y toreando al tiempo que en el tendido cobraba fuerza el por qué no del indulto. Hacía apenas el diestro el amago de montar la espada y el clamor se venía abajo clamando con pañuelos blancos que la vida de Catedrático fuera eterna. Una petición férrea y unánime que terminó en el único final posible dadas así las cosas: el color naranja de la eternidad asomó sobre el balcón presidencial mientras que torero y ganadero se fundían en un hermoso y emocionante abrazo de felicidad. Lo que son las cosas: hace diez años había pasado algo igual también aquí en Palencia. De hecho, algo así sólo ha pasado dos veces en Palencia. Entonces, fue con el toro Pitito, de Valdefresno, y Miguel Ángel Perera. Hoy, de nuevo con Miguel Ángel Perera y con el toro Catedrático, de Montalvo. A la historia, a veces tan caprichosa, también le gusta reencontrarse consigo misma en una de esas tardes que, en nombre de todas las demás, de pronto pone las cosas en su sitio.
 
Ya antes, en su primer toro de la tarde, el torero de Puebla de Prior ofreció una lección esplendorosa de la versión más templada de su toreo que viene ofreciendo este año. Lo hizo ante Cascabelero-18, que salió como sobrero después de que el titular se inutilizara al romperse una pata en el tercio de banderillas y después de propinarle una fea voltereta a Guillermo Barbero, que incluso hubo de pasar a la enfermería. Este toro de Montalvo desarrolló también virtudes extraordinarias en grado sumo. Fue un toro bravo de verdad y de sobresaliente calidad. En definitiva, la materia prima exacta para que el escultor Perera compusiera una bellísima obra de arte, como luego, muy despacio y muy en plenitud. También exigió el torero mucho a su oponente porque lo enganchó muy por delante y lo condujo muy humillado para rematarlo por detrás de la cintura. Por ambos pitones, aunque, sobre todo, en un soberbio toreo al natural. Antes de terminar, se pegó un arrimón de los que es esencia pererista, en lo que la gente se le terminó de entregar sin condición. Mató como toreó, por lo que la dos orejas fueron incontestables. Tanto como la tarde redonda del Perera más redondo, el mismo al que la tarde en sí le ha devuelto todo lo que las circunstancias le debían.
  
Plaza de Toros de PALENCIA. Media plaza. Se lidian toros de MONTALVO. El quinto de la tarde, Catedrático-50, fue indultado. 
 
Sebastián Castella: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera:  dos orejas y dos orejas y rabo simbólicos 
Juan del Álamo: oreja y dos orejas 
 
 
MIGU1928.JPG MIGU1933.JPG MIGU1934.JPG MIGU1951.JPG MIGU1973.JPG MIGU1984.JPG MIGU1987.JPG MIGU1988.JPG MIGU1996.JPG MIGU2008.JPG MIGU2010.JPG MIGU2014.JPG MIGU2015.JPG MIGU2016.JPG MIGU2027.JPG MIGU2031.JPG MIGU2047.JPG MIGU2093.JPG MIGU2106.JPG MIGU2107.JPG MIGU2132.JPG MIGU2133.JPG MIGU2152.JPG MIGU2166.JPG MIGU2168.JPG MIGU2180.JPG MIGU2196.JPG MIGU2201.JPG MIGU2220.JPG MIGU2222.JPG MIGU2228.JPG MIGU2252.JPG MIGU2258.JPG MIGU2260.JPG MIGU2308.JPG MIGU2361.JPG MIGU2400.JPG MIGU2405.JPG MIGU2410.JPG MIGU2411.JPG MIGU2416.JPG MIGU2417.JPG MIGU2423.JPG MIGU2428.JPG MIGU2431.JPG MIGU2434.JPG MIGU2442.JPG MIGU2502.JPG MIGU2526.JPG MIGU2541.JPG MIGU2567.JPG MIGU2584.JPG MIGU2602.JPG MIGU2642.JPG MIGU2644.JPG  

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3 de septiembre de 2016
PALENCIA
Feria de SAN ANTOLÍN
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
MONTALVO
Sebastián Castella
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Juan del Álamo
  
MIGUEL ÁNGEL PERERA INDULTA A "CATEDRÁTICO", DE MONTALVO
 
Hay tardes que, de pronto, devuelven todo aquello que las circunstancias le deben a un torero. Hay tardes que, en nombre de todas las demás, ponen las cosas en su sitio. Hay tardes que, por fin, encauzan el justo rumbo de un camino que no siempre depende de la voluntad del hombre. Hoy ha sido esa tarde. La tarde en la que se unió la suerte que se reparte a las doce del mediodía de cada día de toros con el momento íntimo de un torero que venía toreando como nunca. Y de este encuentro, de ese feliz cruce de caminos, surgió esta tarde de toros mágica con Palencia como escenario. De ella surgió el segundo indulto de un toro en quince días en las manos de Miguel Ángel Perera. Aquél, Escarcha, éste, Catedrático. Dos toros que han unido ya sus nombres y sus vidas al curriculum de gloria del extremeño porque nada llena más de gloria la vida de un torero que el indulto de un toro.
 
Catedrático, número 50, de capa negra y con el hierro de Montalvo, destapó toda la clase que llevaba dentro en los vuelos de los capotes. En el de Miguel Ángel y en el de Javier Ámbel durante su brega. La forma en que colocaba la cara para embestir es de ésas que ponen en guardia de expectación al aficionado que lo observa y al profesional que lo cata. Su entrega en el caballo de Francisco Doblado sólo hizo sino confirmar. Y la alegría con que participó del brillante tercio de banderillas que firmaron Curro Javier y Guillermo Barbero -ambos se desmonteraron- abría de par en par las puertas de la ilusión por lo que podía venir después. Y lo que vino fue lo esperado pero multiplicado por mucho más de lo que cabía esperar. Perera se fue al corazón del ruedo, clavó el suyo a la par que las zapatillas, se dejó venir de largo a Catedrárico y se lo pasó muy cerca en varios pases cambiados por la espalda y otra suerte alterna de muletazos con el ajuste como condición innegociable. No eran los muslos del torero lo que rozaba el toro de Montalvo, sino sus tobillos de tanto como humillaba. Así las cosas, Perera se sumergió hasta el punto de dejarse llevar en tandas de muletazos por ambos pitones que surgían lentas hasta lo imposible y largas hasta perderse eternas en ese punto de la espalda de los toreros donde la cintura termina para volver a empezar. Exigió mucho Miguel Ángel a Catedrático por la longitud de los muletazos, por lo arrastrada de la muleta, por lo lejos que ésta se iba y, lo que no dejaba de ser sorprendente por más veces que sucediera, por lo tan despacio tan despacio tan despacio que se deslizaba. Era como si Perera estuviera impartiendo una clase magistral explicando sólo con el lenguaje del toreo como es éste mismo, el toreo. Porque mostraba dejando ver cada tiempo de cada muletazo: desde donde nace hasta donde desemboca... La obra fue creciente en todo. En dimensión, en calidad, en profundidad, en transmisión, en emotividad, en verdad. Perera seguía toreando y toreando al tiempo que en el tendido cobraba fuerza el por qué no del indulto. Hacía apenas el diestro el amago de montar la espada y el clamor se venía abajo clamando con pañuelos blancos que la vida de Catedrático fuera eterna. Una petición férrea y unánime que terminó en el único final posible dadas así las cosas: el color naranja de la eternidad asomó sobre el balcón presidencial mientras que torero y ganadero se fundían en un hermoso y emocionante abrazo de felicidad. Lo que son las cosas: hace diez años había pasado algo igual también aquí en Palencia. De hecho, algo así sólo ha pasado dos veces en Palencia. Entonces, fue con el toro Pitito, de Valdefresno, y Miguel Ángel Perera. Hoy, de nuevo con Miguel Ángel Perera y con el toro Catedrático, de Montalvo. A la historia, a veces tan caprichosa, también le gusta reencontrarse consigo misma en una de esas tardes que, en nombre de todas las demás, de pronto pone las cosas en su sitio.
 
Ya antes, en su primer toro de la tarde, el torero de Puebla de Prior ofreció una lección esplendorosa de la versión más templada de su toreo que viene ofreciendo este año. Lo hizo ante Cascabelero-18, que salió como sobrero después de que el titular se inutilizara al romperse una pata en el tercio de banderillas y después de propinarle una fea voltereta a Guillermo Barbero, que incluso hubo de pasar a la enfermería. Este toro de Montalvo desarrolló también virtudes extraordinarias en grado sumo. Fue un toro bravo de verdad y de sobresaliente calidad. En definitiva, la materia prima exacta para que el escultor Perera compusiera una bellísima obra de arte, como luego, muy despacio y muy en plenitud. También exigió el torero mucho a su oponente porque lo enganchó muy por delante y lo condujo muy humillado para rematarlo por detrás de la cintura. Por ambos pitones, aunque, sobre todo, en un soberbio toreo al natural. Antes de terminar, se pegó un arrimón de los que es esencia pererista, en lo que la gente se le terminó de entregar sin condición. Mató como toreó, por lo que la dos orejas fueron incontestables. Tanto como la tarde redonda del Perera más redondo, el mismo al que la tarde en sí le ha devuelto todo lo que las circunstancias le debían.
  
Plaza de Toros de PALENCIA. Media plaza. Se lidian toros de MONTALVO. El quinto de la tarde, Catedrático-50, fue indultado. 
 
Sebastián Castella: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera:  dos orejas y dos orejas y rabo simbólicos 
Juan del Álamo: oreja y dos orejas 
 
 
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