vitoria12 149
6 de agosto de 2012
VITORIA
Feria de la BLANCA
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ZALDUENDO Y LOS BAYONES
Paquirri
Sebastián Castella
MIGUEL ÁNGEL PERERA
 
PERERA BORDA EL TOREO
 

Y qué grande estuvo Perera, sobre todo, con el complicadísimo sexto de la tarde, un animal con el hierro de Los Bayones de 615 kilos, bien presentado, todo un tio, pero manso y peligroso. Hay cosas que son difíciles de explicar porque el momento es el que las hace excelsas. Y eso fue lo que se vivió en Vitoria: una faena cumbre y magistral, donde el toro decía que no y el torero se empeñó en que fuera que sí. Le costó un feo enganchón con voltereta que, a Dios gracias, no tuvo consecuencias, pero ahí volvió, a la cara del animal, con más arrojo y entrega que un principiante, plantando cara, exponiendo su cuerpo.

Había comenzado la faena por abajo, sometiéndolo. Pero el toro, muy orientado desde el principio, comenzó a pegar parones en las embestidas. Trató entonces el diestro de animar una segunda tanda comenzando con un trincherazo, a lo que le siguió cierta continuidad, hasta que el burel le hizo presa. Y ahí se levantó Perera quien, con ese don que sólo tienen unos pocos, supo corregir las malas intenciones del animal a costa de dejarle la muleta puesta pase tras pase.

Tras lograr ligar tandas por el pitón derecho, se cambió la muleta a la mano izquiera, y si bien es verdad que el toro por ese lado no tenía tanto peligro, también es cierto que le costaba más seguir la tela. Pero qué muletazos con la mano del corazón, cogiendo larga la embestida y vaciando bien atrás, como si su cintura pudiera dar un giro de trescientos sesenta grados. De nuevo con la derecha, desarrolló el toreo en redondo para, esta vez, no sólo vaciar las embestidas, sino todo lo que le quedaba al toro que, a esas alturas, ya estaba entregado, sabiéndose perdedor en la batalla.

Menudo marrajo fue ya desde el principio, protestando los capotes, buscando la salida, y embistiendo por arriba el peto del caballo que montaba Ignacio Rodríguez, al que enganchó por los pechos para darlo vueltas. Firme anduvo el varilarguero, que aguantó y estuvo hecho un tio. Tanto, que se fue ovacionado por el público. Poco después, destacaron Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero en segundo y tercer par, respectivamente, siendo muy eficaz la brega por abajo con la que se lo trabajó Juan Sierra.

La victoria estaba asegurada, como asegurada estaba con el tercero, de la ganadería de Zalduendo, un toro muy justo de fuerzas pero que tuvo calidad. En los lances iniciales con el capote del extremeño ya demostró tener buenas maneras, pues echaba la cabeza abajo con nobleza. Francisco Doblado le pegó un puyazo muy medido: no podía hacer más. Joselito Gutiérrez le dio los toques justos en la brega, y fue muy aplaudido el primer par de Juan Sierra.

El toro fue tratado a mimo por el torero, y éste correspondió con gratitud, dejándose hacer, aunque Perera lo tapó tanto, que casi pasaba desapercibido lo que iba tragando. Un pase de las flores precedió a unas tandas por el pitón derecho de tal cadencia, que parecían ir perfectamente acompasadas con los acordes del pasodoble Puerta Grande que interpretaba la banda.

Con la izquierda, qué gran tanda, qué dos naturales los que quedaron en el medio de cuatro. De tanta hondura, que pararon las manillas del reloj. Qué bien se le veía al torero, con qué entraga, con qué valor, con qué claridad de ideas. Pero, ¡ay, pero! ... Pero ninguna de las dos faenas tuvieron mayor premio que el reconocimiento del público de Vitoria que quedó entusiasmado con el toreo de Perera, al que ovacionó con mucha fuerza tras la muerte de sus dos toros, a los que les faltó meter con tino la espada.

De esta forma, Perera volvió a no sumar resultados numéricos a su estadística, pero hizo que, como el corazón de Jacinto Salazar, otros muchos vibraran con la calidad de su gran toreo.

  

Plaza de toros de Vitoria. Media entrada.

Toros de distintas ganaderías, por el siguiente orden: Parladé (primero y segundo), Zalduendo, Valdefresno (extraordinario), Puerto de San Lorenzo y Los Bayones.

Paquirri (que sustituía a Enrique Ponce): silencio y oreja.

Sebastián Castella: silencio y oreja.

Miguel Ángel Perera: ovación y ovación.

 
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6 de agosto de 2012
VITORIA
Feria de la BLANCA
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ZALDUENDO Y LOS BAYONES
Paquirri
Sebastián Castella
MIGUEL ÁNGEL PERERA
 
PERERA BORDA EL TOREO
 

Y qué grande estuvo Perera, sobre todo, con el complicadísimo sexto de la tarde, un animal con el hierro de Los Bayones de 615 kilos, bien presentado, todo un tio, pero manso y peligroso. Hay cosas que son difíciles de explicar porque el momento es el que las hace excelsas. Y eso fue lo que se vivió en Vitoria: una faena cumbre y magistral, donde el toro decía que no y el torero se empeñó en que fuera que sí. Le costó un feo enganchón con voltereta que, a Dios gracias, no tuvo consecuencias, pero ahí volvió, a la cara del animal, con más arrojo y entrega que un principiante, plantando cara, exponiendo su cuerpo.

Había comenzado la faena por abajo, sometiéndolo. Pero el toro, muy orientado desde el principio, comenzó a pegar parones en las embestidas. Trató entonces el diestro de animar una segunda tanda comenzando con un trincherazo, a lo que le siguió cierta continuidad, hasta que el burel le hizo presa. Y ahí se levantó Perera quien, con ese don que sólo tienen unos pocos, supo corregir las malas intenciones del animal a costa de dejarle la muleta puesta pase tras pase.

Tras lograr ligar tandas por el pitón derecho, se cambió la muleta a la mano izquiera, y si bien es verdad que el toro por ese lado no tenía tanto peligro, también es cierto que le costaba más seguir la tela. Pero qué muletazos con la mano del corazón, cogiendo larga la embestida y vaciando bien atrás, como si su cintura pudiera dar un giro de trescientos sesenta grados. De nuevo con la derecha, desarrolló el toreo en redondo para, esta vez, no sólo vaciar las embestidas, sino todo lo que le quedaba al toro que, a esas alturas, ya estaba entregado, sabiéndose perdedor en la batalla.

Menudo marrajo fue ya desde el principio, protestando los capotes, buscando la salida, y embistiendo por arriba el peto del caballo que montaba Ignacio Rodríguez, al que enganchó por los pechos para darlo vueltas. Firme anduvo el varilarguero, que aguantó y estuvo hecho un tio. Tanto, que se fue ovacionado por el público. Poco después, destacaron Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero en segundo y tercer par, respectivamente, siendo muy eficaz la brega por abajo con la que se lo trabajó Juan Sierra.

La victoria estaba asegurada, como asegurada estaba con el tercero, de la ganadería de Zalduendo, un toro muy justo de fuerzas pero que tuvo calidad. En los lances iniciales con el capote del extremeño ya demostró tener buenas maneras, pues echaba la cabeza abajo con nobleza. Francisco Doblado le pegó un puyazo muy medido: no podía hacer más. Joselito Gutiérrez le dio los toques justos en la brega, y fue muy aplaudido el primer par de Juan Sierra.

El toro fue tratado a mimo por el torero, y éste correspondió con gratitud, dejándose hacer, aunque Perera lo tapó tanto, que casi pasaba desapercibido lo que iba tragando. Un pase de las flores precedió a unas tandas por el pitón derecho de tal cadencia, que parecían ir perfectamente acompasadas con los acordes del pasodoble Puerta Grande que interpretaba la banda.

Con la izquierda, qué gran tanda, qué dos naturales los que quedaron en el medio de cuatro. De tanta hondura, que pararon las manillas del reloj. Qué bien se le veía al torero, con qué entraga, con qué valor, con qué claridad de ideas. Pero, ¡ay, pero! ... Pero ninguna de las dos faenas tuvieron mayor premio que el reconocimiento del público de Vitoria que quedó entusiasmado con el toreo de Perera, al que ovacionó con mucha fuerza tras la muerte de sus dos toros, a los que les faltó meter con tino la espada.

De esta forma, Perera volvió a no sumar resultados numéricos a su estadística, pero hizo que, como el corazón de Jacinto Salazar, otros muchos vibraran con la calidad de su gran toreo.

  

Plaza de toros de Vitoria. Media entrada.

Toros de distintas ganaderías, por el siguiente orden: Parladé (primero y segundo), Zalduendo, Valdefresno (extraordinario), Puerto de San Lorenzo y Los Bayones.

Paquirri (que sustituía a Enrique Ponce): silencio y oreja.

Sebastián Castella: silencio y oreja.

Miguel Ángel Perera: ovación y ovación.

 
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