Incomprensiblemente, no hubo respuesta por parte de los aficionados, pues ante un rematado cartel y con el telón de fondo de la celebración, los tendidos apenas estaban cubiertos en la mitad de su aforo. Tarde de muchísimo calor, motivo por el que la mayor parte del público poblaba las zonas de sombra. Y de sombra ha estado llena la primera parte del festejo, pues ninguno de los dos primeros toros de lidia a pié dio opciones.
No obstante, en el que salió de tercero Miguel Ángel Perera se lució en un quite por tafalleras y gaoneras, rematado con una revolera que hicieron sentir que ahí iba a pasar algo grande, pues el animal entraba bien al engaño. Lo brindó al Rey. Pero tras la primera tanda obligando al animal a salir hacia los medios, éste se rajó, y fue labor de enfermero la que tuvo que aplicar el torero para darle más series. Querer y no poder fueron todo uno. Muy aculado en las tablas, se puso complicadísimo. El público comprendió el mérito del diestro por mantenerlo atado a la muleta, y tras acabar con él, le rindió una sentida ovación.
Pablo Hermoso se había llevado el gato al agua con el cuarto, al que le cortó las dos orejas (los de lidia a caballo fueron del hierro de Fermín Bohórquez), más una que se había llevado del que abrió plaza. Tampoco Castella pudo hacer nada en el quinto, que salió de malo como los dos anteriores. La cosa no estaba nada fácil con los de lidia a pié. Hasta que salió el sexto. No es que fuera bueno, pero ya se sabe que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. El animal tuvo sus dificultades y carencias, pero Perera, una vez más, las supo tapar todas para realizar una faena de muchísimo mérito. Entregado, inteligente, hábil a la hora de ir sorteando los obstáculos, le supo dar los tiempos y la cadencia que el animal requería en cada pase. La banda quiso interpretar un pasodoble, pero el torero les pidió que no lo hicieran. Quizá los acordes le podrían descentrar en una lidia que requería de gran concentración. Y el torero sacó de la nada una faena magistral, de valor en los cruces al pitón contrario y de valor por la calidad de los muletazos, que fueron largos, largos. Una estocada en todo lo alto le hicieron merecedor de desorejar al astado y, de esta manera, abandonar el coso en loor de multitudes y portado a hombros.
Plaza de toros de El Puerto de Santa María (Cádiz). Corrida goyesca en conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812. Presidió el festejo Su Majestad El Rey don Juan Carlos en el Palco.
Media entrada. Dos toros de Fermín Bohórquez para lidia a caballo, y cuatro de Santiago Domecq para lidia a pié.
Pablo Hermoso de Mendoza: oreja y dos orejas.
Sebastián Castella: ovación y ovación.
Miguel Ángel Perera: ovación y dos orejas.
Incomprensiblemente, no hubo respuesta por parte de los aficionados, pues ante un rematado cartel y con el telón de fondo de la celebración, los tendidos apenas estaban cubiertos en la mitad de su aforo. Tarde de muchísimo calor, motivo por el que la mayor parte del público poblaba las zonas de sombra. Y de sombra ha estado llena la primera parte del festejo, pues ninguno de los dos primeros toros de lidia a pié dio opciones.
No obstante, en el que salió de tercero Miguel Ángel Perera se lució en un quite por tafalleras y gaoneras, rematado con una revolera que hicieron sentir que ahí iba a pasar algo grande, pues el animal entraba bien al engaño. Lo brindó al Rey. Pero tras la primera tanda obligando al animal a salir hacia los medios, éste se rajó, y fue labor de enfermero la que tuvo que aplicar el torero para darle más series. Querer y no poder fueron todo uno. Muy aculado en las tablas, se puso complicadísimo. El público comprendió el mérito del diestro por mantenerlo atado a la muleta, y tras acabar con él, le rindió una sentida ovación.
Pablo Hermoso se había llevado el gato al agua con el cuarto, al que le cortó las dos orejas (los de lidia a caballo fueron del hierro de Fermín Bohórquez), más una que se había llevado del que abrió plaza. Tampoco Castella pudo hacer nada en el quinto, que salió de malo como los dos anteriores. La cosa no estaba nada fácil con los de lidia a pié. Hasta que salió el sexto. No es que fuera bueno, pero ya se sabe que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey. El animal tuvo sus dificultades y carencias, pero Perera, una vez más, las supo tapar todas para realizar una faena de muchísimo mérito. Entregado, inteligente, hábil a la hora de ir sorteando los obstáculos, le supo dar los tiempos y la cadencia que el animal requería en cada pase. La banda quiso interpretar un pasodoble, pero el torero les pidió que no lo hicieran. Quizá los acordes le podrían descentrar en una lidia que requería de gran concentración. Y el torero sacó de la nada una faena magistral, de valor en los cruces al pitón contrario y de valor por la calidad de los muletazos, que fueron largos, largos. Una estocada en todo lo alto le hicieron merecedor de desorejar al astado y, de esta manera, abandonar el coso en loor de multitudes y portado a hombros.
Plaza de toros de El Puerto de Santa María (Cádiz). Corrida goyesca en conmemoración del II Centenario de la Constitución de 1812. Presidió el festejo Su Majestad El Rey don Juan Carlos en el Palco.
Media entrada. Dos toros de Fermín Bohórquez para lidia a caballo, y cuatro de Santiago Domecq para lidia a pié.
Pablo Hermoso de Mendoza: oreja y dos orejas.
Sebastián Castella: ovación y ovación.
Miguel Ángel Perera: ovación y dos orejas.