Le tocó a Perera el lote con menos opciones del encierro, aunque viendo la temporada que está haciendo ante toros casi imposibles, a nadie le ha de extrañar que a estas alturas estemos escribiendo sobre otro gran triunfo.
Puso el diestro todo aquello de lo que carecieron los animales, y supo hasta amansar al peligroso y güasón tercero. Abanto durante todos los tercios, fue coger Perera la muleta, y realizar el milagro, pues lo hizo embestir, y ahí fue donde el animal demostró la escasa bravura pero la gran acometividad que llevaba dentro, pues hubo una tanda de hasta diez derechazos ligados con hilo fino. Tanto era el temple con el que le corrió la mano, que hasta hizo parecer bueno al desfondado animal. Le faltó entregarse en los finales, pero el torero estuvo muy firme con él y no le quitó la muleta de la cara en ningún momento. Como suele decirse, faena de mucho mérito. Estoconazo tras pinchazo, y oreja ganada a ley.
No fue muy distinto el que saltó en sexto lugar. Sin fijeza, yéndose a toriles, no le resultó sencilla la brega a Joselito Gutiérrez, ni a Juan Sierra clavar el primer par. Estuvo bien Barbero en el segundo, y también Sierra en el último par de la tarde. Lo terminó ahormando bien Gutiérrez con el capote bien por abajo, para dejarlo a la distancia justa que le permitiera a Perera citar de largo y hacerle el pase cambiado. El animal protestó cada muletazo echando la cara arriba; el torero siguió por el camino del valor, para engañarlo con su mágica muleta que es capaz de hacer embestir hasta a las piedras.
Los mejores momentos llegaron con el toreo al natural. Con qué despaciosidad y cadencia. A cámara lenta, y eso que el toro no reunía cualidades para el lucimiento. Pero Perera lo logró a base de una faena larga para poder lograr su objetivo: dar la mejor versión de sí mismo, una tarde más. Se puso complicado el toro en la hora final. Antes de colocarle el espadazo, ya sonó el primer aviso. Y el puñetero, con la muerte a cuestas, tardó en caer. Sonó entonces el segundo. Eso enfrió un tanto al público. Pero la oreja conseguida fue ganada a ley.
Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes (Madrid). Lleno. Toros de Victoriano del Río, bien presentados, pero de escaso juego.
Morante de la Puebla: bronca y dos orejas.
El Juli: dos orejas y ovación con saludos.
Miguel Ángel Perera: oreja y oreja.
Le tocó a Perera el lote con menos opciones del encierro, aunque viendo la temporada que está haciendo ante toros casi imposibles, a nadie le ha de extrañar que a estas alturas estemos escribiendo sobre otro gran triunfo.
Puso el diestro todo aquello de lo que carecieron los animales, y supo hasta amansar al peligroso y güasón tercero. Abanto durante todos los tercios, fue coger Perera la muleta, y realizar el milagro, pues lo hizo embestir, y ahí fue donde el animal demostró la escasa bravura pero la gran acometividad que llevaba dentro, pues hubo una tanda de hasta diez derechazos ligados con hilo fino. Tanto era el temple con el que le corrió la mano, que hasta hizo parecer bueno al desfondado animal. Le faltó entregarse en los finales, pero el torero estuvo muy firme con él y no le quitó la muleta de la cara en ningún momento. Como suele decirse, faena de mucho mérito. Estoconazo tras pinchazo, y oreja ganada a ley.
No fue muy distinto el que saltó en sexto lugar. Sin fijeza, yéndose a toriles, no le resultó sencilla la brega a Joselito Gutiérrez, ni a Juan Sierra clavar el primer par. Estuvo bien Barbero en el segundo, y también Sierra en el último par de la tarde. Lo terminó ahormando bien Gutiérrez con el capote bien por abajo, para dejarlo a la distancia justa que le permitiera a Perera citar de largo y hacerle el pase cambiado. El animal protestó cada muletazo echando la cara arriba; el torero siguió por el camino del valor, para engañarlo con su mágica muleta que es capaz de hacer embestir hasta a las piedras.
Los mejores momentos llegaron con el toreo al natural. Con qué despaciosidad y cadencia. A cámara lenta, y eso que el toro no reunía cualidades para el lucimiento. Pero Perera lo logró a base de una faena larga para poder lograr su objetivo: dar la mejor versión de sí mismo, una tarde más. Se puso complicado el toro en la hora final. Antes de colocarle el espadazo, ya sonó el primer aviso. Y el puñetero, con la muerte a cuestas, tardó en caer. Sonó entonces el segundo. Eso enfrió un tanto al público. Pero la oreja conseguida fue ganada a ley.
Plaza de toros de San Sebastián de los Reyes (Madrid). Lleno. Toros de Victoriano del Río, bien presentados, pero de escaso juego.
Morante de la Puebla: bronca y dos orejas.
El Juli: dos orejas y ovación con saludos.
Miguel Ángel Perera: oreja y oreja.