arevalo12 130
7 de julio de 2012
ARÉVALO (ávila)
Feria de SAN VICTORINO
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
GARCIGRANDE Y DOMINGO HERNÁNDEZ
El Cid
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
 

Así las cosas, con el público pidiendo el cambio y el torero mostrando las dificultades visuales del burel, a Perera sólo le quedó plantar cara ante un animal que embestía por impulso y a los toques de voz. No rehuyó ni un instante a la responsabilidad donde otros hubieran cogido las de Villadiego. Se puso delante aun a sabiendas de que el toro podía hacer cualquier extraño con tal de defenderse. Quiso sonar la música, pero el torero rogó que no lo hiciera. Y trató de animar la faena con alguna trincherilla. Una estocada entera y el reconocimiento del respetable no lograron que el sabor de la reaparición fuera amargo, y todo por culpa de un ciego que no quiso ver... y que no era el toro.

Sin emabargo, y para dejar buen sabor de boca, contaremos lo bueno, que fue lo que sucedió con el segundo de la tarde. Miguel Ángel Perera volvía a colocarse el vestido de luces quince días después de una cornada grave de 23 centímetros y de una factura cervical. Lo que en los primeros días iba a suponer una recuperación larga ha sido, a fuerza de mucha voluntad, tesón, esfuerzo y superación personal, una puesta a punto en tiempo récord. Y así se pudo ver, pues el torero salió a por todas. Con el capote no fue posible el lucimiento. El toro era noble pero justo de fuerza. Se lo dejó crudo en el puyazo de Francisco Doblado, y los tres subalternos anduvieron bien cada uno en sus labores. Ya con la muleta, comenzó por estatuarios, sacándolo poco a poco a los medios, donde le interpretó una lidia muy por encima de las condiciones del animal, paradote y sin transmisión. La faena iba calando en los tendidos. Y llegó el toreo de cercanías, ese en el que Perera se siente, para demostrar que ser figura está a la vista de cualquiera, siempre y cuando se tengan ojos para poder, y querer, ver. Certero con la espada, cortó una oreja.

Plaza de toros de ARÉVALO (Ávila). Tres cuartos de entrada. Se lidiian cinco toros de Garcigrande y uno (el quinto) de Domingo Hernández.
 
El Cid: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera: oreja y ovación con saludos tras aviso. 
Alejandro Talavante: ovación con saludos y dos orejas.

 
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ARÉVALO (ávila)
Feria de SAN VICTORINO
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
GARCIGRANDE Y DOMINGO HERNÁNDEZ
El Cid
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
 

Así las cosas, con el público pidiendo el cambio y el torero mostrando las dificultades visuales del burel, a Perera sólo le quedó plantar cara ante un animal que embestía por impulso y a los toques de voz. No rehuyó ni un instante a la responsabilidad donde otros hubieran cogido las de Villadiego. Se puso delante aun a sabiendas de que el toro podía hacer cualquier extraño con tal de defenderse. Quiso sonar la música, pero el torero rogó que no lo hiciera. Y trató de animar la faena con alguna trincherilla. Una estocada entera y el reconocimiento del respetable no lograron que el sabor de la reaparición fuera amargo, y todo por culpa de un ciego que no quiso ver... y que no era el toro.

Sin emabargo, y para dejar buen sabor de boca, contaremos lo bueno, que fue lo que sucedió con el segundo de la tarde. Miguel Ángel Perera volvía a colocarse el vestido de luces quince días después de una cornada grave de 23 centímetros y de una factura cervical. Lo que en los primeros días iba a suponer una recuperación larga ha sido, a fuerza de mucha voluntad, tesón, esfuerzo y superación personal, una puesta a punto en tiempo récord. Y así se pudo ver, pues el torero salió a por todas. Con el capote no fue posible el lucimiento. El toro era noble pero justo de fuerza. Se lo dejó crudo en el puyazo de Francisco Doblado, y los tres subalternos anduvieron bien cada uno en sus labores. Ya con la muleta, comenzó por estatuarios, sacándolo poco a poco a los medios, donde le interpretó una lidia muy por encima de las condiciones del animal, paradote y sin transmisión. La faena iba calando en los tendidos. Y llegó el toreo de cercanías, ese en el que Perera se siente, para demostrar que ser figura está a la vista de cualquiera, siempre y cuando se tengan ojos para poder, y querer, ver. Certero con la espada, cortó una oreja.

Plaza de toros de ARÉVALO (Ávila). Tres cuartos de entrada. Se lidiian cinco toros de Garcigrande y uno (el quinto) de Domingo Hernández.
 
El Cid: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera: oreja y ovación con saludos tras aviso. 
Alejandro Talavante: ovación con saludos y dos orejas.

 
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