Miguel Ángel Perera arrancó una oreja al tercero y pechó con el lote más infumable de una, ya de por sí, deslucida corrida. Con los dos demostró su principal arma: el valor. Seco, sereno, a prueba de bombas, derrotes, coladas y sustos, Miguel Ángel estuvo muy por encima de dos toros imposibles. Rajado el tercero, boyancón el sexto. Ninguno de los dos podía embestir por sus hechuras, y ninguno lo hizo.
El extremeño fue todo disposición y se empeñó en torear a los dos adelantando el engaño y llevándolos tapados, metidos en la muleta. Dejando tiempo y distancia para que no se parasen. Pero aun así... Se pegó dos arrimones tremendos, y a punto estuvo de ser prendido en los dos. Hasta eso hubiese pasado desapercibido con dos animales tan podridos, con los que dio la cara y no echó el paso atrás.
Plaza de toros de Olivenza. Sábado, 3 de marzo de 2007. Primera corrida. Lleno de «no hay billetes».
El Juli, palmas, oreja y petición.
José María Manzanares, saludos y oreja
Miguel Ángel Perera, oreja y ovación
Miguel Ángel Perera arrancó una oreja al tercero y pechó con el lote más infumable de una, ya de por sí, deslucida corrida. Con los dos demostró su principal arma: el valor. Seco, sereno, a prueba de bombas, derrotes, coladas y sustos, Miguel Ángel estuvo muy por encima de dos toros imposibles. Rajado el tercero, boyancón el sexto. Ninguno de los dos podía embestir por sus hechuras, y ninguno lo hizo.
El extremeño fue todo disposición y se empeñó en torear a los dos adelantando el engaño y llevándolos tapados, metidos en la muleta. Dejando tiempo y distancia para que no se parasen. Pero aun así... Se pegó dos arrimones tremendos, y a punto estuvo de ser prendido en los dos. Hasta eso hubiese pasado desapercibido con dos animales tan podridos, con los que dio la cara y no echó el paso atrás.
Plaza de toros de Olivenza. Sábado, 3 de marzo de 2007. Primera corrida. Lleno de «no hay billetes».
El Juli, palmas, oreja y petición.
José María Manzanares, saludos y oreja
Miguel Ángel Perera, oreja y ovación