BARQUERITO - Las Provincias
BAYONA (Francia)| Exhibición de PERERA en Bayona y discreto Ponce
Segunda de Feria en Bayona con seis toros de Valdefresno (Nicolás Fraile). El sexto, sobrero. De variadas y buenas hechuras, corrida más buena que brava, pero resistente. Se huyó mucho el primero y no tanto el segundo. Se dejó el tercero. Buen toro el cuarto. Muy pastueños los dos últimos. Enrique Ponce, de tabaco y oro, silencio tras un aviso y oreja tras un aviso. El Cid, de violeta y oro, una oreja y dos orejas. Miguel Ángel Perera, de turquesa y oro, una oreja y dos orejas. Paseados a hombros El Cid y Perera.

Ponce cumplió con papel de amansamansos, se eternizó sin pasar con la espada -siete pinchazos, siete- y acertó en un descabello de repesca. Paciente, El Cid, le buscó al suyo las vueltas y no las querencias, pero al final se entendieron toro y torero en tablas. Por dentro el toro, noble como todos, y por fuera, y por alto, El Cid en unos muletazos de más entrega que compromiso. Una estocada atravesada y un descabello. Una oreja, que abrió la veda. Largo el pañuelo del palco, que, sin freno, colmó de premios la cosa.

Inmensa tómbola. La propiciaron un ambiente incondicional, la decisión y el carácter de los tres espadas y, naturalmente, la bondad de la corrida de Valdefresno, que dio dos toros sumamente pastueños. El cuarto, muy bien picado por Saavedra, resultó el de mejor nota de la corrida. Una oreja de ese toro se llevó Ponce, que arrancó faena soberbiamente con muletazos de horma por las dos manos y cuajó en redondo y en los medios una tanda de categoría. No hubo, en cambio, apuesta en serio por la izquierda, ni ligazón por esa mano. La estocada, caída, entró al segundo envite.

Dos orejas le dieron a El Cid del quinto. Sin mayor razón. De todo el derroche de orejas, las de mayor relieve fueron para Miguel Ángel Perera. No sólo las orejas, bien ganadas, tras estocadas cobradas por derecho, sino todo lo que pasó antes de las orejas y de banderillas en adelante. Las dos faenas fueron exhibiciones de eso que se llama tener en la mano un toro, y ajustarse con él en firmeza irreversible, aunque tal vez pecara de torear demasiado encima del tercero.

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BAYONA (Francia)| Exhibición de PERERA en Bayona y discreto Ponce
Segunda de Feria en Bayona con seis toros de Valdefresno (Nicolás Fraile). El sexto, sobrero. De variadas y buenas hechuras, corrida más buena que brava, pero resistente. Se huyó mucho el primero y no tanto el segundo. Se dejó el tercero. Buen toro el cuarto. Muy pastueños los dos últimos. Enrique Ponce, de tabaco y oro, silencio tras un aviso y oreja tras un aviso. El Cid, de violeta y oro, una oreja y dos orejas. Miguel Ángel Perera, de turquesa y oro, una oreja y dos orejas. Paseados a hombros El Cid y Perera.

Ponce cumplió con papel de amansamansos, se eternizó sin pasar con la espada -siete pinchazos, siete- y acertó en un descabello de repesca. Paciente, El Cid, le buscó al suyo las vueltas y no las querencias, pero al final se entendieron toro y torero en tablas. Por dentro el toro, noble como todos, y por fuera, y por alto, El Cid en unos muletazos de más entrega que compromiso. Una estocada atravesada y un descabello. Una oreja, que abrió la veda. Largo el pañuelo del palco, que, sin freno, colmó de premios la cosa.

Inmensa tómbola. La propiciaron un ambiente incondicional, la decisión y el carácter de los tres espadas y, naturalmente, la bondad de la corrida de Valdefresno, que dio dos toros sumamente pastueños. El cuarto, muy bien picado por Saavedra, resultó el de mejor nota de la corrida. Una oreja de ese toro se llevó Ponce, que arrancó faena soberbiamente con muletazos de horma por las dos manos y cuajó en redondo y en los medios una tanda de categoría. No hubo, en cambio, apuesta en serio por la izquierda, ni ligazón por esa mano. La estocada, caída, entró al segundo envite.

Dos orejas le dieron a El Cid del quinto. Sin mayor razón. De todo el derroche de orejas, las de mayor relieve fueron para Miguel Ángel Perera. No sólo las orejas, bien ganadas, tras estocadas cobradas por derecho, sino todo lo que pasó antes de las orejas y de banderillas en adelante. Las dos faenas fueron exhibiciones de eso que se llama tener en la mano un toro, y ajustarse con él en firmeza irreversible, aunque tal vez pecara de torear demasiado encima del tercero.