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26 de mayo de 2023 - Feria de San Isidro
MADRID
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de NÚÑEZ DEL CUVILLO y VICTORIANO DEL RÍO
 
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
Ginés Marín
 
 
La desnuda verdad del toreo
 

Era, a priori, una tarde importante con mucho en juego y Miguel Ángel se la jugó. En Perera, con sus armas, roto de honestidad, de sinceridad, de entrega. Tan en Perera, tan desprovisto de todo que no fuera toreo, puro toreo. Su actitud ya era de desnudez, lo que la lluvia -esa manera tan despiadada de llover durante la faena a su primero- no hizo sino poner más en evidencia. La evidencia de la importancia con que se ha expresado en su doble paso por San Isidro.

 

Su segundo toro, de Victoriano del Río, amagó en los primeros tercios con aquello que terminó haciendo: irse. Pero enmedio de lo evidente, el capote de Javier Ambel enseñó que en su fondo había mucho más. Una clase desmedida que luego se probó contada, pero exhuberante también. Una entrega preñada de calidad que Perera encumbró y terminó de mostrar a los ojos de la cátedra con varias series en redondo con tanto eco como el canto con que Madrid se entregó desde el alma al toreo de Miguel Ángel. Series perfectas de todo, tan de Perera. Perfectas de verdad desde el cite hasta ese abismo donde un muletazo se enlazaba con el siguiente. Y en su trazo. Y en su metraje. Y en su ritmo. Y en sus tiempos. Y en esa profundidad que le llegaba al alma a Las Ventas a decir de cómo la plaza rugió en cada muletazo. Hubo un cambio de manos tan lento tan lento que quizá aún dure. Como congelado bajo la lluvia, que se empeñó en bendecir la importante entrega de Miguel Ángel de toda la tarde. Fueron tan exigentes, tan rotundas, tan compactas esas dos tandas, que el toro declinó su balanza hacia esa querencia a irse que había enseñado en sus albores. Siendo así, no tuvo impedimento el torero extremeño en seguir la pugna en el territorio que el cinqueño había elegido. Al natural le costó más al toro, pero antes de que el de Victoriano echara la persiana del todo, le robó aún otra serie más por el pitón derecho de una rotundidad estremecedora. Como las bernardinas finales, al abrigo de las tablas, mientras seguía lloviendo y Miguel Ángel Perera se ofrecía por delante como si lo tuviera todo por ganar. Como ya ocurrió el día de San Isidro, no fue justa la suerte final con los aceros y hasta sonaron dos avisos. Se lesionó la mano el diestro, que, casi sin fuerzas por ello, terminó derribando a su oponente con el alma. El mismo alma con el que se había roto toreando… Como Ambel con el capote, Curro Javier y Vicente Herrera con las banderillas firmaron una lección -la enésima- de capacidad y de torería y pusieron a Madrid saEen pie.

 

Pero para llover, lo que le llovió, y a más, en su primero. Un toro en el que solo creyó el propio Perera, que hizo una exhibición de temple inmaculado para sortear los derrotes del burel de Núñez del Cuvillo al final de cada pase. Derrotes muy arriba, que, por ello, eran más difíciles de evitar, pero lo hizo Miguel Ángel porque su sentido del pulso es privilegiado. Ni una sola vez alcanzó el toro la tela a pesar de la violencia con que terminaba cada acometida. Ni se descompuso el torero ni se excusó. Se puso a torear bajo el diluvio, absolutamente solo en su fe en el fondo del ejemplar de Cuvillo, ingrato siempre. Tanto arreciaba la lluvia que la gente se iba del tendido, mientras Miguel Ángel Perera se quedaba allí, agarrado al piso de Madrid, como si a él no le lloviera. Una actitud y una imagen que definen bien la importancia con las que el de Badajoz honró a Las Ventas. Porque era tarde importante y con mucho en juego. Por eso se la jugó Miguel Ángel tan en Perera, tan de verdad.

Plaza de Toros LAS VENTAS de MADRID. Lleno. Se lidian toros de NÚÑEZ DEL CUVILLO y VICTORIANO DEL RÍO
 
Miguel Ángel Perera: silencio y silencio
Alejandro Talavante: silencio y silencio
Ginés Marín: silencio y silencio
 
 
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26 de mayo de 2023 - Feria de San Isidro
MADRID
 
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de NÚÑEZ DEL CUVILLO y VICTORIANO DEL RÍO
 
MIGUEL ÁNGEL PERERA
Alejandro Talavante
Ginés Marín
 
 
La desnuda verdad del toreo
 

Era, a priori, una tarde importante con mucho en juego y Miguel Ángel se la jugó. En Perera, con sus armas, roto de honestidad, de sinceridad, de entrega. Tan en Perera, tan desprovisto de todo que no fuera toreo, puro toreo. Su actitud ya era de desnudez, lo que la lluvia -esa manera tan despiadada de llover durante la faena a su primero- no hizo sino poner más en evidencia. La evidencia de la importancia con que se ha expresado en su doble paso por San Isidro.

 

Su segundo toro, de Victoriano del Río, amagó en los primeros tercios con aquello que terminó haciendo: irse. Pero enmedio de lo evidente, el capote de Javier Ambel enseñó que en su fondo había mucho más. Una clase desmedida que luego se probó contada, pero exhuberante también. Una entrega preñada de calidad que Perera encumbró y terminó de mostrar a los ojos de la cátedra con varias series en redondo con tanto eco como el canto con que Madrid se entregó desde el alma al toreo de Miguel Ángel. Series perfectas de todo, tan de Perera. Perfectas de verdad desde el cite hasta ese abismo donde un muletazo se enlazaba con el siguiente. Y en su trazo. Y en su metraje. Y en su ritmo. Y en sus tiempos. Y en esa profundidad que le llegaba al alma a Las Ventas a decir de cómo la plaza rugió en cada muletazo. Hubo un cambio de manos tan lento tan lento que quizá aún dure. Como congelado bajo la lluvia, que se empeñó en bendecir la importante entrega de Miguel Ángel de toda la tarde. Fueron tan exigentes, tan rotundas, tan compactas esas dos tandas, que el toro declinó su balanza hacia esa querencia a irse que había enseñado en sus albores. Siendo así, no tuvo impedimento el torero extremeño en seguir la pugna en el territorio que el cinqueño había elegido. Al natural le costó más al toro, pero antes de que el de Victoriano echara la persiana del todo, le robó aún otra serie más por el pitón derecho de una rotundidad estremecedora. Como las bernardinas finales, al abrigo de las tablas, mientras seguía lloviendo y Miguel Ángel Perera se ofrecía por delante como si lo tuviera todo por ganar. Como ya ocurrió el día de San Isidro, no fue justa la suerte final con los aceros y hasta sonaron dos avisos. Se lesionó la mano el diestro, que, casi sin fuerzas por ello, terminó derribando a su oponente con el alma. El mismo alma con el que se había roto toreando… Como Ambel con el capote, Curro Javier y Vicente Herrera con las banderillas firmaron una lección -la enésima- de capacidad y de torería y pusieron a Madrid saEen pie.

 

Pero para llover, lo que le llovió, y a más, en su primero. Un toro en el que solo creyó el propio Perera, que hizo una exhibición de temple inmaculado para sortear los derrotes del burel de Núñez del Cuvillo al final de cada pase. Derrotes muy arriba, que, por ello, eran más difíciles de evitar, pero lo hizo Miguel Ángel porque su sentido del pulso es privilegiado. Ni una sola vez alcanzó el toro la tela a pesar de la violencia con que terminaba cada acometida. Ni se descompuso el torero ni se excusó. Se puso a torear bajo el diluvio, absolutamente solo en su fe en el fondo del ejemplar de Cuvillo, ingrato siempre. Tanto arreciaba la lluvia que la gente se iba del tendido, mientras Miguel Ángel Perera se quedaba allí, agarrado al piso de Madrid, como si a él no le lloviera. Una actitud y una imagen que definen bien la importancia con las que el de Badajoz honró a Las Ventas. Porque era tarde importante y con mucho en juego. Por eso se la jugó Miguel Ángel tan en Perera, tan de verdad.

Plaza de Toros LAS VENTAS de MADRID. Lleno. Se lidian toros de NÚÑEZ DEL CUVILLO y VICTORIANO DEL RÍO
 
Miguel Ángel Perera: silencio y silencio
Alejandro Talavante: silencio y silencio
Ginés Marín: silencio y silencio
 
 
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