Latacunga es sinónimo de fiesta por días como el de hoy. Días de comunión total del público con los toreros, de la afición de Ecuador con la Fiesta. De celebración y de disfrute. De felicidad. Hoy se juntaban, de nuevo, la tradición de un festejo ya imprescindible y la devoción en torno a la Esperanza de Triana, a la que también aquí se rinde culto. En su nombre es este festival y por eso se le pasea al comienzo, a hombros de los propios toreros. Y después de tan peculiar y singular procesión, el toreo. La Fiesta. El toreo haciendo posible la felicidad. La que comparten por igual espectadores y protagonistas. Todo fluye. Más aún si colaboran a ello los novillos de Huagrahuasi y de Triana, como sucedió hoy.

Fue de este segundo hierro el que correspondió a Miguel Ángel Perera. Un animal de buena condición, que se desplazó boyante ya en el capote y que fue el extremeño poco a poco esculpiendo en su bravura, acariciándolo, toreándolo con las yemas de los dedos, sin forzarlo al principio, a su altura, con largura, pero a su aire. Y según se afianzaba y soportaba más ese poco de más que le pedía Miguel Ángel, le bajó más la mano para rebozarse el diestro, con gusto y muy templado, en la noble condición de su oponente, sobre todo, por el pitón derecho. Hubo comunión de Perera con el público, que le premió con las dos orejas en forma de gratitud por tanto de estos dos días. Porque Latacunga es sinónimo de fiesta y Miguel Ángel la disfrutó de lo lindo para coronar su temporada.

Latacunga es sinónimo de fiesta por días como el de hoy. Días de comunión total del público con los toreros, de la afición de Ecuador con la Fiesta. De celebración y de disfrute. De felicidad. Hoy se juntaban, de nuevo, la tradición de un festejo ya imprescindible y la devoción en torno a la Esperanza de Triana, a la que también aquí se rinde culto. En su nombre es este festival y por eso se le pasea al comienzo, a hombros de los propios toreros. Y después de tan peculiar y singular procesión, el toreo. La Fiesta. El toreo haciendo posible la felicidad. La que comparten por igual espectadores y protagonistas. Todo fluye. Más aún si colaboran a ello los novillos de Huagrahuasi y de Triana, como sucedió hoy.

Fue de este segundo hierro el que correspondió a Miguel Ángel Perera. Un animal de buena condición, que se desplazó boyante ya en el capote y que fue el extremeño poco a poco esculpiendo en su bravura, acariciándolo, toreándolo con las yemas de los dedos, sin forzarlo al principio, a su altura, con largura, pero a su aire. Y según se afianzaba y soportaba más ese poco de más que le pedía Miguel Ángel, le bajó más la mano para rebozarse el diestro, con gusto y muy templado, en la noble condición de su oponente, sobre todo, por el pitón derecho. Hubo comunión de Perera con el público, que le premió con las dos orejas en forma de gratitud por tanto de estos dos días. Porque Latacunga es sinónimo de fiesta y Miguel Ángel la disfrutó de lo lindo para coronar su temporada.