27 de agosto de 2017
CUENCA
Feria de SAN JULIÁN
CORRIDA DE TOROS 6 TOROS de
ZALDUENDO
El Juli
MIGUEL ÁNGEL PERERA
José Garrido
PERERA NO PARA
No para. Miguel Ángel Perera no para. El extremeño sigue feliz en su velocidad de crucero, inmerso en ese ritmo que ha puesto en la parte central de la temporada, disfrutando de la frescura que le asiste, de la inspiración que le rebosa, de la capacidad que ya se conocía y que no deja de aflorarle. Hoy, Cuenca. Ante un lote de toros normal, de ésos que llaman medio. Es decir, que puede no pasar nada y no pasa nada. O puede que pasen cosas porque el escultor -el torero- esté en sazón y no haya obra que se le resista. Es el caso. Porque Perera no para.
Tendía a irse suelto su primero. De hecho, quería irse. Fue noble, pero soso. Como cansino. Pero tuvo la suerte de caer en las manos de Miguel Ángel y de que éste creyera en él. Con paciencia, le fue convenciendo de que embestir era lo más grande que podía hacer. La muleta muy puesta, con tanta firmeza como tacto, siendo esa brújula que mostraba el camino a seguir. Y despacio, muy despacio, que es más fácil convencer cuando las cosas se hacen a su ritmo. Poco a poco fue cincelando el torero de Badajoz la obra que buscaba y que quería y ésta alcanzó su máxima dimensión en varias tandas, sobre todo, con la zurda, de una belleza iluminada y de un compás luminoso. Por abajo y hacia atrás. Al paso, rebozándose el artista en la embestida del toro. Gustándose, recreándose. Toreando con todo el cuerpo. Crujió la plaza de la mano de Perera, que terminó su composición con circulares por la espalda durante los que al torero se le movía el pelo por el viento y poco más. Impresionante tanto dominio. Mató de una estocada entera y se le pidió la segunda a la oreja ya concedida.
El siguiente valió menos, pero Miguel Ángel Perera bordó el toreo a la verónica en un ramillete de ellas de manos muy bajas y cintura que se bamboleaba a la par que hundía el mentón y dejaba caer todo el peso de su cuerpo detrás de cada lance. La media, de escándalo. Ya con la muleta, exprimió el pacense el poco partido que le prestó el zalduendo, más huidizo aún que su hermano, más vacío, y al que convenció también a fuerza de conducirlo a media altura, tirando de él, ayudándole, muy despacio también y siempre en los medios para alejarle de la tentación de los terrenos de la cobardía. Culminó Miguel Ángel también con circulares de notable factura y una excelente estocada. Llegó entonces la otra vuelta de llave de la puerta grande de Cuenca. Por ella salió con la plena satisfacción de quien se sabe de dulce. Perera no para. Ni falta que hace.
Plaza de Toros de CUENCA. Más de tres cuartos de entrada. Se lidian toros de ZALDUENDO
El Juli: oreja y oreja.
Miguel Ángel Perera: oreja y oreja
José Garrido: dos orejas y dos orejas