PERERA, COLOSAL
Se puso la tarde cuesta arriba. Los dos primeros toros no habían servido. Había dos toreros en el ruedo rivalizando en un mano a mano que Fandiño calentó al hacer quite al primero de Perera, quien le replicó. Saltó el tercero, que tenía buen son, pero se partió la pata tras la segunda tanda con la muleta. Tampoco se pudo hacer nada con el cuarto. Pero como si las premoniciones existieran, llegó el quinto, y con él, brotó la música callada del toreo de la que hablaba Bergamín. Un coloso plantó cara a la tarde, haciendo realidad el sueño de quienes soñamos con el toreo.
Fue el primero un toro grandote, abierto de cuna, que no mostró fijeza en el primer tercio y que salía suelto de todos los lances. Quiso poner en apuros a Paco Doblado, pero el varilarguero aguantó como un jabato dominando la montura. Hizo quite Fandiño por gaoneras, y respondió Perera por chicuelinas; la tercera, de infarto. Se desmonteraron Juan Sierra y Guillermo Barbero, que estuvieron soberbios a pesar de los gañafones que pegaba el toro. Comenzó la faena de muleta, pero a ésta le costaba coger aire. A base de tesón, logró el torero sujetar al toro, muy justo de fuerzas. Cambió de mano, y por el izquierdo el animal se quedaba muy corto. Aún así, le pegó Perera un par de naturales de principio a fin. No fue una faena de lucimiento, pero sí de esfuerzo y de torero con hambre, porque se puso de verdad. Estocada. Pitos al toro y silencio para el torero.
Tampoco dijo nada de salida el tercero, un toro castaño de hermosas hechuras. También éste quiso derribar al picador; en este caso, a Ignacio Rodríguez, que tampoco estuvo dispuesto a dejarse ganar la partida, y que aguantó con firmeza. Pero algo vio Perera, porque lo brindó al público. Y así fue, pues el toro cogió la muleta con entrega, a pesar de las miradas al torero. La segunda tanda fue colosal. Pero en el pase de pecho, sonó un crujido: el animal se había roto la pata. Miró entonces Perera al cielo lamentándose de su mala suerte. Nada más se pudo hacer. Pinchazo arriba y estocada. Otro silencio para el torero, y pitos al toro.
Y saltó el quinto, el último cartucho que le quedaba a Miguel Ángel Perera. En los lances de recibo fue el único que tuvo repetición. Echó la cara arriba en el peto. De nuevo, Fandiño hizo quite. Esta vez no tuvo respuesta. Quizá porque el torero había visto ciertas posibilidades, y las quería reservar para lo que vendría después. Así las cosas, brindó de nuevo al respetable. El comienzo de faena fue espectacular. Los pases cambiados fueron magistrales, poderosos, con los pies clavados en el suelo. Rugió la plaza en unos aplausos inmensos. Muleta baja y sin quitársela del hocico al toro. Así fraguó Perera una faena que no bajó en intensidad en ningún momento. Derechazos y cambio de mano sin moverse. Naturales de conmover, con una hondura que ponía los pelos de punta. De nuevo con la muleta en la derecha, una tanda de toreo en redondo en la que sólo movió el torero la cintura. Circular invertido. Muletazos en los que no cabía espacio para el toro. Cruzado a pitón contrario constantemente. Toreo del caro. La plaza, un clamor. Se atracó de toro en la suerte suprema, y la espada quedó trasera. Un toque de cruceta sirvió para tumbar al toro, y para que el público le pidiera con fuerza una oreja que supo como saben las orejas ganadas a ley. Ovación al toro en el arrastre.
Plaza de toros de BILBAO. Casi tres cuartos de entrada. Se han lidiado toros de Fuente Ymbro, salvo el cuarto bis, devuelto el titular y sustutuido por un sobrero de la ganadería de Alcurrucén.
Miguel Ángel Perera: silencio, silencio y oreja con leve petición de la segunda.
Iván Fandiño: ovación, silencio y silencio.