Tarde de alternativa, en la que Fernando Adrián comienza la dura lucha en la primera división del toreo. Hizo Perera de testigo en un acto en el que El Juli fue el encargado de decir esas palabras que un matador de toros jamás olvida, así como el intercambio de trastos. Del toricantano fue la tarde, en la que, a pesar del resultado numérico, ni El Juli ni Perera hicieron de convidados de piedra. 

 

Fue el primero de Miguel Ángel un animal con el hierro de San Pelayo, que tuvo buen son y que llegaba a los engaños con alegría y bonito galope. Estuvo lucido con el capote. Llegó el toro a la muleta un poco mermado de facultades, ya que se había lesionado la mano izquierda. No lo quiso obligar Perera, pero le supo torear con mucha delicadeza y despaciosidad, luciendo la calidad de la embestida, y tratando de tapar esa pena que supuso la carencia de fuerza, que le llevó al toro a ayudar más en los terrenos próximos a la querencia. Desacertado con el acero, recogió una ovación.

 

El quinto, con el hierro de Carmen Lorenzo, fue un animal al que el torero le supo dar sitio y distancia. Los muletazos por ambos pitones fueron de ensueño. Además, el animal aguantó en los medios toda la faena. Tampoco estuvo esta vez certero con la espada, pero sí que destacó por el gran temple con el que demuestra tener unas muñecas privilegiadas. 

La crónica de CULTORO 

 

 

 

Tarde de alternativa, en la que Fernando Adrián comienza la dura lucha en la primera división del toreo. Hizo Perera de testigo en un acto en el que El Juli fue el encargado de decir esas palabras que un matador de toros jamás olvida, así como el intercambio de trastos. Del toricantano fue la tarde, en la que, a pesar del resultado numérico, ni El Juli ni Perera hicieron de convidados de piedra. 

 

Fue el primero de Miguel Ángel un animal con el hierro de San Pelayo, que tuvo buen son y que llegaba a los engaños con alegría y bonito galope. Estuvo lucido con el capote. Llegó el toro a la muleta un poco mermado de facultades, ya que se había lesionado la mano izquierda. No lo quiso obligar Perera, pero le supo torear con mucha delicadeza y despaciosidad, luciendo la calidad de la embestida, y tratando de tapar esa pena que supuso la carencia de fuerza, que le llevó al toro a ayudar más en los terrenos próximos a la querencia. Desacertado con el acero, recogió una ovación.

 

El quinto, con el hierro de Carmen Lorenzo, fue un animal al que el torero le supo dar sitio y distancia. Los muletazos por ambos pitones fueron de ensueño. Además, el animal aguantó en los medios toda la faena. Tampoco estuvo esta vez certero con la espada, pero sí que destacó por el gran temple con el que demuestra tener unas muñecas privilegiadas. 

La crónica de CULTORO