De nuevo toda la voluntad y el valor en la palestra chocaron con la falta de entrega de los toros. En este caso, la corrida de Alcurrucén tuvo toros buenos, pero ninguno fue a parar a las manos de Perera, que de nuevo tuvo que echar mano de su capacidad y de su tenacidad para sacar partido y estar muy por encima de toros cuya principal dificultad era la falta de entrega que les impedía romper hacia delante con verdad.
De esto, de verdad, le sobró a Miguel Ángel, que se jugó la vida a carta cabal en sus dos oponentes, logrando el respeto de los buenos aficionados, que vieron que su esfuerzo le había hecho superior a los toros que tuvo delante.
El tercero de la tarde no se empleó en el capote y Perera le dio lances ganando terreno hacia los medios. El toro fue medido en el caballo y empezó a meterse por los dos pitones en la brega de Juan Sierra.
Perera comenzó la faena doblándose e intentando romperlo por los dos pitones. El toro se lo pensaba más que los dos primeros de la tarde, pero el torero se lo llevó a los medios y se puso por la derecha. El de Alcurrucén salía con la cara alta y deslucia los muletazos.
Perera le dejaba la muleta puesta y lograba ligar, pero no hallaba la entrega necesaria en este primer enemigo, que empeoró incluso su condición por el pitón izquierdo, mirando mucho al torero. En uno de sus intentos el toro derribó al torero con los cuartos traseros y lo tuvo unos segundos a su merced en el suelo, sin hacer por él ni ocasionarle daños por fortuna.
Volvió a la cara sin miramientos e intentó apurarle las últimas embestidas por el lado derecho. El toro ya no respondía y a Perera la espada se le fue bastante baja.
El quinto se frenó en el capote e impidió el lucimiento en este tercio. También manseó en el caballo, saliendo muy suelto de cada uno de los encuentros. Igual que el primero de su lote, este salió con la cara alta en cada capotazo en la brega.
Perera lo abrió y ligó una primera serie sin dejarlo pensar, dejando la muleta en la cara. En la segunda ya se lo pensó más el toro y le hizo hilo, pero después logró meterlo y ligar otra tanda.
Perera estuvo muy firme y siempre por encima de un toro complicado, que vendía muy caras sus embestidas. Por el pitón izquierdo era más difícil aún porque se venía por dentro en el segundo muletazo, pero Perera lo consintió a base de valor y quietud.
El tramo final de la faena fue de gran dominio por el lado derecho, llevando al toro muy largo y tragando lo indecible. Tanta fue la superioridad que el toro, al verse podido, se rajó por completo. Otra vez se le fue la mano con la espada, la única pega de una actuación irreprochable por todo lo demás.
Plaza de toros de Las Ventas. Lleno. Se lidiaron toros de Alcurrucén, desiguales. El segundo ovacionado.
Sebastián Castella, oreja tras aviso y palmas tras aviso.
Miguel Ángel Perera, silencio y silencio.
Joselito Adame, que confirmaba alternativa, saludos y aplausos.
De nuevo toda la voluntad y el valor en la palestra chocaron con la falta de entrega de los toros. En este caso, la corrida de Alcurrucén tuvo toros buenos, pero ninguno fue a parar a las manos de Perera, que de nuevo tuvo que echar mano de su capacidad y de su tenacidad para sacar partido y estar muy por encima de toros cuya principal dificultad era la falta de entrega que les impedía romper hacia delante con verdad.
De esto, de verdad, le sobró a Miguel Ángel, que se jugó la vida a carta cabal en sus dos oponentes, logrando el respeto de los buenos aficionados, que vieron que su esfuerzo le había hecho superior a los toros que tuvo delante.
El tercero de la tarde no se empleó en el capote y Perera le dio lances ganando terreno hacia los medios. El toro fue medido en el caballo y empezó a meterse por los dos pitones en la brega de Juan Sierra.
Perera comenzó la faena doblándose e intentando romperlo por los dos pitones. El toro se lo pensaba más que los dos primeros de la tarde, pero el torero se lo llevó a los medios y se puso por la derecha. El de Alcurrucén salía con la cara alta y deslucia los muletazos.
Perera le dejaba la muleta puesta y lograba ligar, pero no hallaba la entrega necesaria en este primer enemigo, que empeoró incluso su condición por el pitón izquierdo, mirando mucho al torero. En uno de sus intentos el toro derribó al torero con los cuartos traseros y lo tuvo unos segundos a su merced en el suelo, sin hacer por él ni ocasionarle daños por fortuna.
Volvió a la cara sin miramientos e intentó apurarle las últimas embestidas por el lado derecho. El toro ya no respondía y a Perera la espada se le fue bastante baja.
El quinto se frenó en el capote e impidió el lucimiento en este tercio. También manseó en el caballo, saliendo muy suelto de cada uno de los encuentros. Igual que el primero de su lote, este salió con la cara alta en cada capotazo en la brega.
Perera lo abrió y ligó una primera serie sin dejarlo pensar, dejando la muleta en la cara. En la segunda ya se lo pensó más el toro y le hizo hilo, pero después logró meterlo y ligar otra tanda.
Perera estuvo muy firme y siempre por encima de un toro complicado, que vendía muy caras sus embestidas. Por el pitón izquierdo era más difícil aún porque se venía por dentro en el segundo muletazo, pero Perera lo consintió a base de valor y quietud.
El tramo final de la faena fue de gran dominio por el lado derecho, llevando al toro muy largo y tragando lo indecible. Tanta fue la superioridad que el toro, al verse podido, se rajó por completo. Otra vez se le fue la mano con la espada, la única pega de una actuación irreprochable por todo lo demás.
Plaza de toros de Las Ventas. Lleno. Se lidiaron toros de Alcurrucén, desiguales. El segundo ovacionado.
Sebastián Castella, oreja tras aviso y palmas tras aviso.
Miguel Ángel Perera, silencio y silencio.
Joselito Adame, que confirmaba alternativa, saludos y aplausos.