Perera cortó dos orejas en su quinta presentación consecutiva en la Feria de San Antolín en Palencia.

Con el primero, un toro con movilidad y transmisión, brilló desde el principio con un buen quite con el capote. Calentó los tendidos con tres pases cambiados rematados con varios circulares. Con la muleta ejecutó varias series muy poderosas, bajando mucho la mano a un toro que le costaba emplearse al final. Perera consiguió tapar los defectos al toro que no se terminara de templar. Tras varios intentos se pasa de faena y mata de una estocada atravesada que le obliga a usar el descabello. El fallo del puntillero hizo que todo quedase en una ovación.

Grande, imponente y poderoso estuvo Perera en el quinto, un ejemplar que se cruzaba y que pegaba arreones. Tras un ceñido quite por gaoneras, comenzó a sobar a su oponente con la muleta, al principio punteándole los engaños hasta que consiguió meterlo en el canasto. El toro también respondió bien a la firmeza del torero, que le aguantó, le puso siempre la muleta en la cara y consiguió que no se rajara a las tablas. Lo complicado llegó en los instantes finales, en los terrenos de cercanías, cuando se pasó los pitones a milímetros de los muslos, jugándosela ante un ejemplar nada claro. Con la espada, esta vez, fue un auténtico cañón. Dos Orejas.

Perera cortó dos orejas en su quinta presentación consecutiva en la Feria de San Antolín en Palencia.

Con el primero, un toro con movilidad y transmisión, brilló desde el principio con un buen quite con el capote. Calentó los tendidos con tres pases cambiados rematados con varios circulares. Con la muleta ejecutó varias series muy poderosas, bajando mucho la mano a un toro que le costaba emplearse al final. Perera consiguió tapar los defectos al toro que no se terminara de templar. Tras varios intentos se pasa de faena y mata de una estocada atravesada que le obliga a usar el descabello. El fallo del puntillero hizo que todo quedase en una ovación.

Grande, imponente y poderoso estuvo Perera en el quinto, un ejemplar que se cruzaba y que pegaba arreones. Tras un ceñido quite por gaoneras, comenzó a sobar a su oponente con la muleta, al principio punteándole los engaños hasta que consiguió meterlo en el canasto. El toro también respondió bien a la firmeza del torero, que le aguantó, le puso siempre la muleta en la cara y consiguió que no se rajara a las tablas. Lo complicado llegó en los instantes finales, en los terrenos de cercanías, cuando se pasó los pitones a milímetros de los muslos, jugándosela ante un ejemplar nada claro. Con la espada, esta vez, fue un auténtico cañón. Dos Orejas.